jueves, 8 de enero de 2009

(1) Presentación

Presentación

Todas las doctrinas que empañaron
la verdad durante los últimos veinte
años se van cayendo como un
castillo de naipes. Una tras otra dejan de
funcionar. Los líderes políticos de los
países imperialistas se refugian en un
inevitable pragmatismo, desesperados
por responder a los problemas más apremiantes
que el agravamiento de la crisis
económica les impone. Paralelamente,
los ideólogos e intelectuales epígonos
del capitalismo tratan afanosamente
de resucitar teorías que justifiquen su
lugar en el mundo. Su nuevo paradigma
asoma entre las sombras: las recetas y
técnicas keynesianas.
Ni unos ni otros aciertan con sus
medidas anticrisis ni en sus pronósticos.
No les alcanzan todos los términos
que el vocabulario en sus respectivas
lenguas les ofrece para tratar de describir
las pérdidas y la destrucción de
capital que acontece diariamente sin
freno ni control. Nada de lo que digan
ni cómo lo digan restablecerá la segura
«credibilidad» que ostentaba hasta
hace un año un sistema económico que
hoy muestra de manera abrupta su descomposición
histórica.
Septiembre y octubre pasarán a la
historia como los meses de la implosión
de Wall Street, una onda expansiva que
todavía no encontró fondo.
Quienes somos responsables de esta
publicación hemos alzado la defensa
del marxismo como única bandera de
lucha durante esta larga noche de «muerte
del comunismo», himnos a la victoria
del capitalismo, oportunismo y democracia
burguesa.
Contamos con una herramienta de
incalculable valor científico, y por esa
razón perdurable: el método y la teoría
expuestas en El capital, de Karl Marx,
que desde su aparición se ha convertido
en la obra más importante para
todos los trabajadores del mundo,
vapuleada y deformada por el stalinismo
primero y casi ignorada por todo el
espectro oportunista desde los años
noventa.
Quienes se pregunten qué hacer
frente a los hechos que se avecinan,
más imprevisibles, con mayores penurias
económicas, incertidumbres ideológicas
y lucha de clases, recibirán de
nosotros una única respuesta: la tarea
más importante es volcarse al estudio
de El capital, empezando por sus tres
primeros capítulos, sin cuya comprensión
es imposible entender en profundidad
la teoría marxista sobre las crisis,
que fue la que nos permitió prever, hace
ya una década, lo que está ocurriendo
hoy. El objetivo de la formación teórica
y política es contar con las herramientas
que necesitamos si de verdad
nos postulamos para constituir parte de
la vanguardia que inevitablemente surgirá
y se foguerá en los duros enfrentamientos
que la lucha de clases prepara
para un futuro no muy lejano.
Para nosotros, el estudio de El capital
debería convertirse en la tarea organizativa
más importante que pueden
emprender los trabajadores de vanguardia,
en particular los jóvenes.
Conocer el legado marxista es su mayor
desafío.
A manera de introducción a la obra
de Marx, citamos a Friedrich Engels y
a León Trotsky; al primero en su «Reseña
del primer tomo de El capital, de
Carlos Marx» (1868), y al segundo en
su escrito El pensamiento vivo de
Marx.
Dijo Engels:
[…] La economía política al uso
nos enseña que el trabajo es la fuente
de toda la riqueza y la medida de todos
los valores, de tal modo, que dos objetos
cuya producción haya costado el
mismo tiempo de trabajo encierran
idéntico valor; y como, por término
medio, sólo pueden cambiarse entre sí
valores iguales, esos objetos deben
poder ser cambiados el uno por el otro.
Pero, al mismo tiempo, nos enseña que
existe una especie de trabajo acumulado,
al que esa Economía da el nombre
de capital, y que este capital, gracias
a los recursos auxiliares que encierra,
eleva cien y mil veces la capacidad
productiva del trabajo vivo, en gracia
a lo cual exige una cierta remuneración,
que se conoce con el nombre de
beneficio o ganancia. Todos sabemos
que lo que sucede en realidad es que,
mientras las ganancias del trabajo
muerto, acumulado, crecen en proporciones
cada vez más asombrosas y los
capitales de los capitalistas se hacen
cada día más gigantescos, el salario del
trabajo vivo se reduce cada vez más, y
la masa de los obreros, que viven exclusivamente
de un salario, se hace cada
vez más numerosa y más pobre. ¿Cómo
se resuelve esta contradicción? ¿Cómo
es posible que el capitalista obtenga
una ganancia, si al obrero se le retribuye
el valor íntegro del trabajo que
incorpora a su producto? Como el cambio
supone siempre valores iguales,
parece que tiene necesariamente que
suceder así. Mas, por otra parte, ¿cómo
pueden cambiarse valores iguales, y
cómo puede retribuírsele al obrero el
valor íntegro de su producto, si, como
muchos economistas reconocen, este
producto se distribuye entre él y el capitalista?
Ante esta contradicción, la economía
al uso se queda perpleja y no
sabe más que escribir o balbucir unas
cuantas frases confusas, que no dicen
nada. Tampoco los críticos socialistas
de la economía política, anteriores a
nuestra época, pasaron de poner de
manifiesto la contradicción; ninguno
logró resolverla, hasta que Marx, por
fin, analizó el proceso de formación de
la ganancia, remontándose a su verdadera
fuente y poniendo en claro, con
ello, todo el problema. […]
Dijo Trotsky:
Este libro expone de una manera
compacta las doctrinas económicas
fundamentales de Marx según las propias
palabras de Marx. Después de
todo nadie ha sido todavía capaz de
exponer la teoría del trabajo mejor que
el propio Marx.
Algunas de las argumentaciones de
Marx, especialmente en el capítulo primero,
el más difícil de todos, pueden
parecer al lector no iniciado demasiado
digresivas, quisquillosas o «metafísicas
». En realidad, esta impresión es
una consecuencia de la necesidad o de
la costumbre de acercarse ante todo de
una manera científica a los fenómenos
habituales. La mercancía se ha convertido
en una parte tan corriente, tan
acostumbrada y tan familiar de nuestra
vida diaria que ni siquiera se nos
ocurre considerar por qué los hombres
ceden objetos importantes, necesarios
para el sostenimiento de la vida, a cambio
de pequeños discos de oro o de
plata que no se utilizan en parte alguna
de la tierra. El asunto no se limita
a la mercancía. Todas y cada una de
las categorías de la economía del mercado
parecen ser aceptadas sin análisis,
como evidentes por sí mismas, y
como si fueran las bases naturales de
las relaciones humanas. Sin embargo,
mientras las realidades del proceso económico
son el trabajo humano, las
materias primas, las herramientas, las
máquinas, la división del trabajo, la
necesidad de distribuir los productos
terminados entre los participantes en el
proceso del trabajo, etcétera, las categorías
como «mercancía», «dinero», «jornales
», «capital», «beneficio», «impuesto
», etcétera, son únicamente reflejos
semimísticos en las cabezas de los
hombres de los diversos aspectos de un
proceso económico que no comprenden
y que no pueden dominar. Para descifrarlos
es indispensable un análisis
científico completo.
En los Estados Unidos, donde un
hombre que posee un millón de dólares
se considera que «vale» un millón
de dólares, los conceptos con respecto
al mercado han caído mucho más bajo
que en cualquier otra parte. Hasta una
época muy reciente los norteamericanos
se preocuparon muy poco por la
naturaleza de las relaciones económicas.
En la tierra del sistema económico
más poderoso, la teoría económica
siguió siendo excesivamente estéril.
Únicamente la crisis, cada vez más profunda,
de la economía norteamericana
ha hecho que la opinión pública de ese
país se haya enfrentado bruscamente
con los problemas fundamentales de la
sociedad capitalista. En cualquier caso,
quienquiera que no haya dominado la
costumbre de aceptar sin un examen
riguroso las reflexiones ideológicas
hechas a la ligera sobre el progreso económico,
quienquiera que no haya razonado,
siguiendo los pasos de Marx, la
naturaleza esencial de la mercancía
como la célula básica del organismo
capitalista, estará incapacitado para
comprender científicamente las manifestaciones
más importantes de nuestra
época.
* * *
Esta edición de Perspectiva Marxista
Internacional está centrada en
la explicación de la actual crisis económica
mundial, en su posible desenlace
en una depresión económica
generalizada y en las consecuencias
calamitosas que tiene y tendrá para
los trabajadores, los pobres y los países
atrasados. Afirmamos que no se
trata de una simple crisis cíclica, como
tantas que ha sufrido el capitalismo
desde sus orígenes. Es una crisis del
sistema capitalista en su etapa de descomposición,
imperialista. Sus actores
y responsables principales son los
monopolios, más concretamente, los
propietarios de los monopolios, esa
nefasta «oligarquía financiera» descripta
por Lenin en El imperialismo,
fase superior del capitalismo. Junto
con el legado de Marx, esta obra
–también «olvidada» por los oportunistas
durante casi dos décadas– debe
convertirse en libro de cabecera de los
trabajadores de vanguardia y la juventud
rebelde.
* * *
Nuestros fines no se reducen, sin
embargo, a preconizar la preparación
teórico-política como la gran tarea de
la hora. Pretendemos también inculcar
en nuestros lectores ese acicate indispensable
para pasar a la acción revolucionaria
que es el odio de clase. Ese
odio nace naturalmente en los explotados
y oprimidos, y se pone de manifiesto
en los levantamientos espontáneos
de las masas. Pero quien se postula
para ponerse a la cabeza de los
procesos revolucionarios necesita, además,
una base científica para odiar
mortalmente al enemigo de clase. Si los
textos que aquí presentamos ayudan a
mostrar la necesidad de acabar con este
sistema, en el que esos pocos centenares
de familias que constituyen la oligarquía
financiera mundial hunden en
la miseria, la marginación y el embrutecimiento
a la inmensa mayoría de la
especie humana, habremos logrado
nuestro objetivo.

Noviembre de 2008

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