jueves, 15 de enero de 2009

(6) Lo que nos espera si gana Obama

Lo que nos espera si gana Obama

(Escrito en Octubre de 2008)

La opinión generalizada es que, si McCain
gana las próximas elecciones, todo seguirá más
o menos igual que ahora, es decir, muy mal para
los trabajadores, el pueblo y los países atrasados.
Sin embargo, la posibilidad de que sea Obama
quien triunfe despierta ilusiones en que algo cambiará.
Ilusiones que fueron profusamente difundidas
y alimentadas por la campaña electoral del
candidato demócrata, basada justamente en la
consigna «cambio». Más aún, las encuestadoras
y un multitud de politólogos, analistas y periodistas
afirman que la importante ventaja que
Obama le ha sacado a McCain en los sondeos
de opinión se explica fundamentalmente porque
este último no consigiuió diferenciarse de Bush,
en tanto que Obama sí logró convencer de que,
con él en la presidencia, las cosas iban a cambiar.
Sin embargo…
En las últimas semanas, la mayoría de los
diarios más importantes de Estados Unidos se
pronunciaron a favor de Obama, y es bien sabido
que esos medios, con sus matices, son defensores
acérrimos del imperialismo yanqui y de
los monopolios. Pero lo más significativo fue
que la revista más prestigiosa del mundo de las
finanzas, la ultraconservadora The Economist,
cuyos ídolos políticos de las últimas cuatro
décadas han sido Reagan y Margaret Thatcher,
¡también se declaró partidaria de Obama! Los
comentarios salen sobrando.
Con Obama, ¡«libertad»… para despedir!
El 31 de octubre, el diario argentino
Ámbito Financiero informó acerca de la visista
al país de Robert Reich, quien fue secretario
de Trabajo de Clinton y ahora es asesor
de Barak Obama. Sin pelos en la lengua
–estaba hablando en un foro empresarial, no
ante trabajadores en un acto electoral–, Reich
declaró:
«Si el gobierno pone trabas para que las
empresas despidan personal […] después será
muchísimo más difícil y caro que esas empresas
vuelvan a contratar gente.»
Para este «progresista», lo mejor que puede
pasar es que las empresas despidan a piacere,
y lo peor, que algún gobierno intente impedirlo.
Pero el señor no dice las cosas a medias:
[Reich] admitió […] que la realidad argentina
y su alta sindicalización hacía más complicado
el escenario social en caso de que se
repliquen aquí los despidos masivos.
Y se alegró de que
[…] la ola de despidos que se avecina […]
en Estados Unidos no tendrá repercusiones
sociales manifiestas, simplemente porque «de
la fuerza de trabajo de mi país, apenas un 8%
está afiliada a un gremio».
Traducimos. ¡Qué suerte que tenemos en
Estados Unidos! Como nuestra clase obrera está
muy desorganizada, podemos despedir de a miles
sin que haya huelgas ni movilizaciones ni nada.
¡Qué mala suerte tienen en la Argentina! Con
tanta sindicalización, los trabajadores están en
mejores condiciones para salir a la lucha.
Quizá las cosas no salgan como piensa este
tipo. Quizás la baja sindicalización –y el consiguiente
menor control burocrático– permita
que los trabajadores yanquis se movilicen
espontáneamente. Quizás en la Argentina la
burocracia sindical logre impedirlo (Moyano,
el máximo dirigente de la Confederación General
del Trabajo, venía reclamando un aumento
general de 500 pesos –unos 220 dólares–, y dio
raudamente marcha atrás porque «hay que
tomar en cuenta la crisis mundial»).
Nosotros creeemos que la lucha de clases se
hará aguda y explosiva, pero no sabemos cómo
se desarrollará. Lo que sí queda claro es que lo
que dice Reich es un fiel retrato de cómo piensan
y actúan los «progresistas» del Partido
Demócrata, y de cómo actuará el «líder progresista
» Barak Obama si llega a ser presidente.

Apéndice: Trotsky y los sindicatos

APÉNDICE

Entrevista de León
Trotsky con un
organizador de la CIO

En
el libro Sobre los sindicatos de
Trotsky se publica «entrevista con un
organizador de la CIO», de septiembre
de 1938. Por su extraordinario valor
didáctico para comprender la realidad
de la clase obrera norteamericana
incluso 70 años después, incluimos
algunos fragmentos de esta entrevista.
En setiembre de 1938 Trotsky recibió
en su casa de México la visita de
un funcionario de la CIO de los Estados
Unidos. Se tomó nota taquigráfica
de la discusión. Precedida de una corta
editorial firmada por «Cruz», un seudónimo
de Trotsky, «la parte de la discusión,
que podía ser de interés general
» apareció en El Boletín de la Oposición
en ruso de noviembre de 1938.
En la transcripción no se usaron nombres.
El funcionario sindical norteamericano
se identificaba simplemente
como «A» y «un activista extranjero de
la Cuarta Internacional», en realidad
Trotsky, como «B».)


A: La política de nuestro sindicato
tiene por objeto impedir el desempleo
total. Logramos que el trabajo se reparta
entre todos los miembros del sindicato
sin reducción de la paga por hora.
B: ¿Y qué porcentaje de sus salarios
anteriores reciben sus obreros?
A: Alrededor del 40%.
B: ¡Pero eso es monstruoso! ¿Han
logrado una escala móvil de horas de trabajo
sin variación de la paga de hora?
¡Pero eso significa simplemente que el
peso total del desempleo recae con toda
su fuerza sobre los mismos obreros! Liberáis
a los burgueses de la necesidad de
gastar sus recursos en los desocupados
haciendo que cada obrero sacrifique tres
quintos de su salario total.
A: Hay algo de cierto en eso. ¿Pero
qué se puede hacer?
B: ¡No es que haya «algo de cierto»,
es totalmente cierto! El capitalismo norteamericano
sufre un mal crónico incurable.
¿Puede acaso consolar a los obreros
con la esperanza de que la crisis
actual tendrá un carácter transitorio y
que en un futuro cercano se abrirá una
nueva era de prosperidad?
A: Personalmente no me hago
muchas ilusiones. En nuestros círculos
muchos comprendemos que el capitalismo
ha entrado en la era de su declinación.
B: Pero entonces esto significa que
mañana vuestros obreros recibirán el
treinta por ciento de sus salarios anteriores.
Luego el veinticinco y así sucesivamente.
Puede que haya mejoras
casuales, hasta es inevitable. Pero la
curva general es de decadencia, de
degradación, de empobrecimiento. Ya
Marx y Engels lo previeron en el Manifiesto
Comunista. ¿Cuál es el programa
general de su sindicato y de la CIO?
A: Desgraciadamente usted no
conoce la psicología de los obreros norteamericanos.
No están acostumbrados
a pensar en el futuro. Sólo les interesa
una cosa: lo que puede suceder ahora,
inmediatamente. Por supuesto que
entre los dirigentes del movimiento sindical
hay quienes tienen claramente en
cuenta los peligros que nos amenazan.
Pero ellos no pueden cambiar de golpe
la psicología de las masas. Se ven limitados
por los hábitos, las tradiciones y
los puntos de vista de los obreros norteamericanos.
No se puede cambiar
todo eso en un día.
B: ¿Está seguro de que la historia
les dará los años suficientes como para
prepararse? La crisis del capitalismo
norteamericano tiene ritmo y proporciones
«norteamericanas». Un organismo
vigoroso que no ha conocido
nunca la enfermedad comienza a deteriorarse
muy rápido en un momento
determinado. La desintegración del
capitalismo significa, al mismo tiempo,
una amenaza directa e inmediata a la
democracia, sin la que los sindicatos no
pueden existir. ¿O usted cree, por ejemplo,
que el mayor Hague*es un accidente?
A: Oh, no, para nada. En el último
tiempo tuve algunas reuniones al respecto
con funcionarios sindicales. Mi
opinión es que ya tenemos en cada
Estado una organización reaccionaria
pronta que, bajo una u otra bandera,
puede convertirse en punto de apoyo
del fascismo a escala nacional. No tenemos
que esperar quince o veinte años.
El fascismo puede cundir entre nosotros
en tres o cuatro.
B: ¿En ese caso cuál es…?
A: ¿Nuestro programa? Entiendo
la pregunta. Es una situación difícil.
Hay que dar pasos trascendentales.
Pero no veo que existan las fuerzas
necesarias o los dirigentes necesarios.
B: ¿Esto significa una capitulación
sin lucha?
A: Es una situación difícil. Debo
admitir que la mayoría de los activistas
sindicales no ven o no quieren ver el
peligro. Nuestros sindicatos, como
usted sabe, han tenido un crecimiento
extraordinario en poco tiempo. Es
natural en los jefes de la CIO el tener
una psicología de luna de miel. Tienden
a considerar con ligereza las dificultades.
El gobierno los tiene calados
e incluso juega con ellos. No tienen el
entrenamiento de una experiencia
anterior. Es natural que estén un poco
mareados. Este agradable vértigo no
conduce al pensamiento crítico. Están
disfrutando el presente sin pensar en el
mañana.
B: ¡Bien planteado! En esto estoy
totalmente de acuerdo con usted. Pero
el éxito de la CIO es temporario. No es
más que un síntoma del hecho concreto
de que la clase obrera de los Estados
Unidos ha comenzado a movilizarse,
ha roto con su rutina, está a la caza de
nuevas vías para escapar del abismo
que la amenaza. Si vuestros sindicatos
no los encuentran se irán a pique.
Hague ya es más fuerte que Lewis, porque
Hague, a pesar de las limitaciones
de su situación, sabe perfectamente lo
que quiere, y Lewis no. La cosa puede
terminar con vuestros jefes recuperándose
de su «agradable vértigo»… en un
campo de concentración.
A: Desgraciadamente la historia
pasada de los Estados Unidos con sus
oportunidades ilimitadas, su individualismo,
no ha enseñado a nuestros
obreros a pensar socialmente. Basta
con decir que a lo sumo un 15% de
los obreros sindicalizados vienen a las
concentraciones. Es como para pensarlo

* Alcalde de la ciudad de Jersey que aplicó
con éxito métodos puramente fascistas contra
las organizaciones obreras.

B: ¿La razón del ausentismo del
85% no será tal vez que los oradores no
tienen nada que decirle a la base?
A: ¡Ajá! En parte es cierto. La situación
económica es tal que nos vemos
obligados a parar a los obreros, a poner
un freno al movimiento. A retirarnos.
Por supuesto que esto no es del agrado
de los obreros.
B: Aquí está la clave del asunto. Los
culpables no son las bases sino la dirección.
En el período clásico del capitalismo,
los sindicatos se encontraban
también en situaciones difíciles durante
las crisis, y se veían obligados a retirarse,
perdían parte de sus miembros,
gastaban sus fondos de reserva. Pero al
menos existía la seguridad de que la
próxima alza permitiría resarcir las pérdidas
y tal vez superarlas. Hoy no existe
la más mínima esperanza al respecto.
Los sindicatos decaerán paso a paso.
Vuestra organización, la CIO, puede
venirse abajo tan rápido como surgió.
A: ¿Qué puede hacerse?
B: Sobre todo hay que decirles a las
masas cómo son las cosas. Es inadmisible
que se juegue a las escondidas. No
dudo de que usted conoce mejor que yo
a los obreros norteamericanos. Sin
embargo permítame decirle que los está
mirando con una óptica vieja. Las
masas son inmensamente mejores, más
atrevidas y resueltas que sus dirigentes.
La misma velocidad del crecimiento de
la CIO demuestra que el obrero norteamericano
ha cambiado mucho con el
impacto de los terribles pánicos económicos
de la posguerra, especialmente
los de la última década. Cuando se
demostró un poco de iniciativa al crear
sindicatos más combativos, los obreros
respondieron inmediatamente con un
apoyo extraordinario, sin precedentes.
No tienen derecho a quejarse de las
masas. ¿Y las ocupaciones de fábrica?
No fueron los dirigentes los que las planificaron
sino los mismos obreros […]
A:¿Y usted qué haría en los Estados
Unidos si fuera un organizador sindical?
B: En primer lugar, los sindicatos
deben plantear correctamente el problema
del desempleo y los salarios, la
escala móvil de horas de trabajo, como
la que tienen ustedes, es correcta: todos
deben tener trabajo pero la escala móvil
de horas de trabajo debe completarse
con la escala móvil de salarios. La clase
obrera no puede permitir una reducción
continua de su nivel de vida, porque
eso equivaldría a la destrucción de
la cultura humana Hay que tomar
como punto de partida los promedios
de paga semanal más altos del período
previo a la crisis de 1929. Las poderosas
fuerzas productivas creadas por los
obreros no han desaparecido ni han
sido destruidas. Allí están. Los que las
controlan son los responsables del
desempleo. Los obreros saben y quieren
trabajar. Debe dividirse el trabajo
entre todos los obreros. La paga semanal
de cada obrero no debe ser menor
que el máximo obtenido en el pasado.
Ésa es la exigencia natural, necesaria e
impostergable para los sindicatos. Si no,
serían barridos como trastos viejos por
el desarrollo histórico.
A: ¿Es factible ese programa?
Implica la ruina segura del capitalismo.
El mismo podría apresurar el crecimiento
del fascismo.
B: Claro que este programa significa
lucha y no postración. Los sindicatos
tienen dos posibilidades. Una es
maniobrar, retroceder, cerrar los ojos y
capitular poco a poco para que no se
«enojen» los patrones o no «provocar»
a la reacción. Ese fue el método con el
que los socialdemócratas y los dirigentes
sindicales alemanes y austríacos trataron
de salvarse del fascismo. Usted
conoce el resultado: se cavaron su propia
fosa. La otra es comprender el
carácter inexorable de la actual crisis
social y encabezar la ofensiva de las
masas.
A: Pero todavía no me ha contestado
la pregunta sobre el fascismo, o
sea el peligro inmediato que los sindicatos
hacen pender sobre sus propias
cabezas al plantear demandas
radicales.
B: No lo olvidé ni por un instante.
El peligro fascista ya está planteado,
aun sin que aparezcan las demandas
radicales. Surge de la decadencia y
desintegración del capitalismo. Es cierto
que la presión de un programa sindical
radicalizado puede fortalecerlo
temporariamente. Hay que proponer la
creación de organismos especiales de
defensa desde ahora. ¡No hay otro
camino! No se puede escapar al fascismo
con la ayuda de leyes democráticas,
resoluciones o proclamas, como no se
puede escapar a una brigada de caballería
con la ayuda de notas diplomáticas.
Hay que enseñarles a los obreros
a defender, armas en mano, su vida y
su futuro de los matones y pistoleros
del capital. El fascismo crece muy rápido
en una atmósfera de impunidad. No
cabe la menor duda de que los héroes
fascistas se retirarán con el rabo entre
las patas cuando se den cuenta de que
por cada una de sus brigadas los obreros
están prontos a lanzar dos, tres o
cuatro de las suyas. La única forma de
salvar las organizaciones obreras, e
incluso de reducir al mínimo las pérdidas,
es crear a tiempo poderosas organizaciones
obreras de autodefensa.
Ésta es la principal responsabilidad de
los sindicatos si no quieren perecer
ignominiosamente. ¡La clase obrera
necesita una milicia obrera!

(5) Para la clase obrera no existe el «American dream»

Para la clase obrera no existe
el «American dream»

En el corazón imperialista
la explotación y la persecución
ponen al descubierto la infamia capitalista

FRANCO ROSSO


Tar Heel sería un pueblo más del
centro este de los Estados Unidos
sino fuera porque en este lugar,
casi de paso entre los grandes centros
financieros del mundo y las soleadas
costas de Miami, se encuentra la compañía
Smithfield Packing & Co., con su
planta procesadora de carne de cerdo,
la más grande del mundo, en donde trabajan
5.500 operarios. Tampoco esto
tendría nada de especial siendo EE.UU.
la más grande de las economías capitalistas,
pero en este lugar la clase obrera
norteamericana lleva adelante una
lucha que resulta ser testigo de las condiciones
de superexplotación, de la persecución
policíaca del Estado y de la
xenofobia a las que el capitalismo
imperialista la somete. Y, por otro lado,
de la creciente inquietud del nuevo proletariado
que se resiste a esta sofocante
situación y en ese camino acumula
experiencia.
Para comprender mejor a qué nos
referimos es necesario remontarnos a
noviembre de 2006 cuando 12 trabajadores
inmigrantes fueron despedidos
porque sus papeles no estaban «en
regla». Esto desencadenó una lucha,
que desenmascaró los atropellos y la
explotación a la que eran sometidos.
Desde hace diez años la política de
contrataciones de la empresa permite
tomar operarios temporales traídos de la
frontera mexicana. Con sus propios
ómnibus la compañía carga por decenas
a hombres y mujeres que se aventuran a
trabajar en las peores condiciones con
la esperanza de obtener una visa permanente
y la posibilidad de ahorrar
algún dinero para enviar a sus familias.
Estos trabajadores ganan 8 dólares la
hora, el precio más bajo del mercado, sin
servicio social ni garantías de continuidad;
es un sobrevivir día a día que los
somete a la angustia desesperante de no
saber que va a suceder mañana.
Por otro lado, los trabajadores
negros, que hasta ese momento habían
sido la base de la industria comenzaron
a perder sus trabajos a manos de
los latinos, porque estos aceptaban
condiciones de explotación humillantes.
Como residentes permanentes las
necesidades básicas de los negros
(vivienda, alimentación, vestido) hacen
que el costo básico de su supervivencia
sea mayor; además se creía, hasta que
llegaron «the strangers», que la situación
no podía ser peor, viviendo, por
ejemplo, en campamentos de trailers
(casas rodantes) o en viviendas precarias,
las mismas que el huracán Katrina
dejara al descubierto.
Esta situación llevó en los últimos
años a un amargo enfrentamiento entre
trabajadores que impidió la unidad para
luchar. Pero en los últimos tiempos
comenzó a producirse un cambio.
El 1º de Mayo de 2006, en el marco
de la gran movilización que los trabajadores
latinos realizaron por todo el
país en protesta por las nuevas leyes
migratorias propuestas por Bush, 2.000
trabajadores latinos de Tar Heel organizaron
una marcha por la ruta interestatal
que a su paso recogió el reconocimiento
de otros trabajadores, incluso
blancos y negros. El 16 de noviembre
del mismo año se produjo el despido,
como acostumbraba a hacer la
empresa, de doce trabajadores por no
tener sus papeles en regla. En realidad
éstos eran los dirigentes de la marcha
de mayo, que además intentaban organizar
un nuevo sindicato. Pero esta vez
las cosas no fueron igual. En pocas
horas una a una las secciones fueron
parando hasta paralizar por completo
toda la planta: la huelga se había
impuesto, la unidad nacía de la necesidad
común y las diferencias raciales se
superaban en la lucha. Al cabo de una
semana de duro enfrentamiento los trabajadores
fueron reincorporados. Era
el primer triunfo obtenido en años.
En enero de 2007, como todos los
años, los trabajadores negros de EE.UU.
conmemoran el día de Martin Luther
King en el que recuerdan su lucha por
los derechos civiles. Simbólicamente se
realiza un acto y un paro de una hora,
pero en esta oportunidad en Smithfield
las cosas volvieron a ser distintas. Envalentonados
con el triunfo de noviembre,
los trabajadores negros, a los que
se les sumaron los latinos, elevaron un
petitorio y un comunicado de prensa
donde explicaban las intolerables condiciones
de trabajo, con ritmos de producción
que llevan a un altísimo porcentaje
de accidentes, que incluyen
heridas cortantes y paralizantes, junto
con un régimen de control interno
semejante a una cárcel. Estos datos ya
habían sido expuestos por The New
York Time del 15/6/06, pero esta vez
eran los propios trabajadores quienes
explicaban y protestaban por las condiciones
laborales. Así, durante los
meses siguientes la organización sindical
creció, pero aquí, en este punto, el
conflicto dejó de ser un simple reclamo
sindical para pasar a ser una lucha que
ponía en tela de juicio todo el sistema
de contrataciones de mano de obra
barata de los Estados Unidos, y eso no
podía ser tolerado por la burguesía ni
por el Estado a su servicio ni por sus
cómplices, la burocracia sindical de la
AFL-CIO. Los mecanismos del Estado
burgués se ponían en movimiento contra
esta amenaza creciente.
Hace ya varios años (desde 2000)
que la compañía, en coordinación con
la policía estatal de Carolina del Norte,
mantiene organizada su propia guardia
de seguridad, que en realidad funciona
dentro de la planta para el control y la
humillación de los trabajadores, y fuera
de ella como parapoliciales que atacan
y amenazan a los activistas en sus propias
casas. En 2004, una trabajadora y
activista latina, acusada falsamente de
querer quemar la planta, fue detenida
y encarcelada… ¡dentro de la misma
fábrica! Sí, Smithfield tiene su propio
centro de detención. La impunidad de
este régimen fascistoide es inconcebible:
a estos trabajadores no se les otorga
ni el más elemental de los derechos
democrático-burgueses.
Cuando esta fuerza de «seguridad»
interna ya no es suficiente, interviene el
Estado policíaco de Bush (y de la oposición
demócrata) enviando al Departamento
de Inmigraciones. En julio de
2007, uno de los líderes de la lucha y que
intentaba organizar sindicalmente a sus
compañeros es llamado a la oficina de
personal porque, según cuenta: «había
llegado tarde cuatro minutos en dos
oportunidades en el mes, aunque una de
ellas tenía justificativo médico», y se le
comunica que será despedido. Frente a
su negativa, la empresa le dice que se «ha
detectado» que no tiene los papeles en
regla (diferencias en los números de su
seguro social) y que se verá obligada a
informar al Departamento de Inmigraciones.
Comenzó así una verdadera cacería
de brujas: en agosto de 2007, 24 trabajadores
fueron literalmente arrancados
de sus camas por una redada organizada
por la empresa y Migraciones
que movilizó 1.000 agentes. Nadie supo
del paradero de estos trabajadores, que
se presume fueron deportados, aunque
esto no se confirmó. Nos enfrentamos
a los peores males del Tercer Mundo
en el corazón del primero.
Esta política fascista no sería posible
sin la complicidad de la burocracia
sindical de la AFL-CIO y del sindicato
UFCW (por sus siglas en inglés, el Sindicato
de Trabajadores de Alimentos y
Comercio), organizaciones sindicales
cuyos dirigentes son cómplices y participes
necesarios de este atropello, todo
sostenido y avalado por el Partido
Demócrata.
Gene Bruskin es el principal burócrata
que desde la UFCW ha impulsado
la llamada «justicie Smithfield».
Este mismo burócrata, en medio de la
lucha en noviembre de 2006, específicamente
el 18 (dos días después de la
primera huelga) emitía un comunicado
de prensa sobre las reincorporaciones
que decía:
Nos alegra que la compañía haya
hecho lo correcto y reconocido que
estaban equivocados en cómo estaban
aplicando estas medidas. El hecho de
que se hayan sentado y negociado
sobre las preocupaciones de los trabajadores
es un ejemplo del tipo de procesos
que beneficia a todos, a la empresa,
a la comunidad y a los empleados,
permitiendo resolver las diferencias.
Ésta es una ruptura histórica en la
larga historia de confrontación e intimidación
de Smithfield Packing’s contra
sus trabajadores en Tar Heel.
Claramente la burocracia asimilaba
el impacto de la lucha, pero a su vez
le tendía la mano a la patronal para
transformar el triunfo parcial de los trabajadores
en una violenta contraofensiva
que se haría sentir en 2007. Durante
todo el año la burocracia se negó a
organizar nuevas huelgas ni piquetes
en las 29 plantas que la compañía tiene
en todo el país, ni siquiera en Tar Heel,
que es la planta principal. Se limitó a
organizar actos simbólicos en la puerta
de distintos supermercados, llaman-
do a los consumidores a no comprar
productos de Smithfield mientras, por
otro lado, mantenía un silencio criminal
frente a los secuestros y persecuciones,
que en realidad no son ni más
ni menos que terrorismo de Estado. La
UFCW teme hacer enojar a la patronal,
ésa es la lógica de la cobardía burocrática.
Durante 2008 la lucha entró en un
impasse, producto de la violencia desatada
por la patronal, el gobierno y la
burocracia, que en un acuerdo permanente
e indisoluble contra la clase obrera
ponen en movimiento todas las
fichas con que cuentan. Esto es lucha
de clases con toda su crudeza. Así lo
han comenzado a entender los trabajadores
y es probable que veamos en el
futuro inmediato enfrentamientos más
duros y violentos. En este marco se
desata la actual crisis financiera-económica
que plantea nuevos desafíos a
la lucha de los trabajadores.
EN LA MÁS DIFÍCIL
DE LAS SITUACIONES
La pregunta a responder es: ¿por
qué una de las clases obreras más numerosas
y poderosas del mundo –porque
es la clase obrera del mayor imperialismo
y produce al más alto nivel capitalista–
se encuentra en una situación
objetiva y subjetiva tan difícil?
La primera explicación que encontramos
es que la clase obrera norteamericana
sufrió una durísima derrota
en la década del 90 que provocó un
retroceso enorme en las condiciones
laborales, fundamentalmente en el
aumento del ritmo de producción.
Las grandes huelgas de los mineros,
controladores aéreos y empleados públicos
de la década del 80 no habían frenado
la ofensiva patronal de Reagan.
Pero durante el gobierno de Clinton los
trabajadores vivieron, al igual que el
conjunto de la economía, un boom salarial
que aquietó las aguas. Cuándo este
boom llegó a su fin las grandes compañías
retornaron al acostumbrado ajuste.
En junio de 1998 los obreros de la
Delphi Automotive System, la autopartista
más grande del mundo, salieron a
la huelga durante casi dos meses para
resistir los despidos masivos, la reducción
de salarios y el aumento de los ritmos
de producción. General Motors
había despedido en cinco años 65.000
trabajadores, y planificaba otros 50.000
para el siguiente lustro. La dirección
traidora de la UAW (United Auto Workers),
poderoso sindicato de la AFLCIO
liderado por Richard Shoemaker,
firmó finalmente vergonzosos acuerdos
que avalaron los despidos a cambio de
un aumento miserable en las indemnizaciones.
Desde esa derrota la clase
obrera norteamericana no levantaba la
cabeza. En esta nueva oleada de conflictos,
que comenzó en 2006, los trabajadores
parten de más atrás.
Las grandes automotrices, que
muestran claros signos de decadencia
y que en los últimos veinte años han
visto como las empresas japonesas con
autos pequeños y económicos avanzaron
sobre el mercado local, descubrieron
con estupor que en «julio de 2007
por primera vez las empresas extranjeras
vendieron en los Estados Unidos
más autos que las locales». Cómo no
podía ser de otra manera, las variables
de ajuste son irremediablemente las
conquistas obreras. En este caso, los
gigantes automotores fueron por dos:
el seguro de salud que la patronal exige
quede privatizado bajo control del sindicato,
en donde ella haría un aporte
del 70% (es decir un 30% menos que
hoy), y la exigencia de «dos niveles»
salariales, es decir, que los trabajadores
que recién ingresan cobren menos
que los ya contratados. Aunque los
obreros aceptaron estas condiciones,
eso no garantizó (porque no existía ningún
compromiso al respecto) que no se
produjeran nuevos despidos, y así fue.
Los trabajadores de las grandes
empresas están en una situación defensiva,
teniendo que decidir entre aceptar
las nuevas condiciones contractuales
o quedar en la calle. Las compañías
amenazan con irse a otro país si los
trabajadores no aceptan sus condiciones.
El primer resultado de esta ofensiva
patronal no es alentador. La burocracia
de la Delphi aceptó, en otro
bochornoso acuerdo, una reducción
salarial del 40% en la hora de trabajo
y la reducción del número de trabajadores
sindicalizados de 18.000 a 1.600
en los próximos cinco años. La patronal
no deja márgenes para la negociación.
En la actual situación las grandes
compañías han anunciado despidos
masivos y la suspensión de los nuevos
emprendimientos por falta de financiamiento.
DESDE MÁS ABAJO
Con respecto a la evolución de la
organización de los trabajadores, ¿que
relación podemos establecer entre estos
dos procesos, el del proletariado blanco
por un lado y el latino por otro, que
resultan a simple vistas paralelos y contradictorios?
En primer lugar, que los trabajadores
latinos y negros están mostrando
una mayor iniciativa y predisposición
para la lucha. Han descubierto que son
indispensables para el funcionamiento
de la industria básica norteamericana
y están perdiendo el miedo.
«Cuando te empujan contra la pared
tenés dos opciones: o te caés sobre tus
rodillas o peleás», dice Bhairavi Desai,
líder del sindicato de taxistas de Nueva
York, una mujer nacida en la India que
emigró con sus padres cuando era una
niña y que en pocos años agrupó a 8.000
taxistas en una organización que ya ha
generado varias huelgas y provocado más
de un dolor de cabeza a distintos alcaldes
de la ciudad. Ella es una «organizadora»
al estilo del sindicalismo norteamericano.
Es cooptada por el sindicato y se dedica
a resolver los problemas cotidianos de los
afiliados, desde multas a conflictos mayores.
La cuestión no es si pertenece a la
burocracia, sino que existe un grado de
inquietud tal que hace fácil lo que hace
algunos años parecía imposible.
En segundo lugar, que las negociaciones
de las grandes compañías indican
la decadencia definitiva de la vieja
burocracia, incapaz de garantizar las
condiciones de vida de la clase obrera
blanca, que siempre había mantenido
una relación de privilegio con respecto
al resto. ¿Significa esto una ruptura
de los trabajadores con la burocracia?
No lo sabemos, pero si la pelea se vuelve
más dura, como la situación general
indica, los trabajadores blancos deberán
pensar en alguna alternativa
De los dos procesos, hoy el más
dinámico es la organización de base en
los nuevos sectores de la clase obrera.
Pero debemos detenernos en el factor
subjetivo para comprender cabalmente
en que sentido los obreros están
en peor condición. Su dirección sindical,
la burocracia de la AFL-CIO, apéndice
incondicional de un partido burgués
imperialista como el Demócrata, es una
verdadera pesadilla para los trabajadores,
un enemigo que trabaja desde las
entrañas, que paraliza, debilita, ahoga
fatalmente. Y su decadencia, que se hace
más evidente cada día, la hace aún más
peligrosa.
Trotsky nos enseña que:
Hay una característica común, en
el desarrollo, o para ser más exactos en
la degeneración, de las modernas organizaciones
sindicales de todo el
mundo; su acercamiento y su vinculación
cada vez más estrecha con el poder
estatal… El capitalismo monopolista
no se basa en la competencia y en la
libre iniciativa privada sino en una
dirección centralizada. Las camarillas
capitalistas que encabezan los poderosos
truts, monopolios, bancas, etc.,
encaran la vida económica desde la
misma perspectiva que lo hace el poder
estatal, y a cada paso requieren su colaboración.
A su vez, los sindicatos de las
ramas más importantes de la industria
se ven privados de la posibilidad de
aprovechar la competencia entre las
distintas empresas. Deben enfrentar un
adversario capitalista centralizado, íntimamente
ligado al poder estatal. De
ahí la necesidad que tienen los sindicatos
–mientras se mantengan en una
posición reformista, o sea de adaptación
a la propiedad privada– de adaptarse
al Estado capitalista y de luchar
por su cooperación. A los ojos de la
burocracia sindical, la tarea principal
es la de «liberar» al Estado de sus ataduras
capitalistas, de debilitar su
dependencia de los monopolios y volcarlos
a su favor. Esta posición armoniza
perfectamente con la posición
social de la aristocracia y la burocracia
obreras, que luchan por obtener
unas migajas de las superganancias del
imperialismo capitalista […] Al transformar
a los sindicatos en organismos
del Estado, el fascismo no inventó nada
nuevo: simplemente llevó hasta sus
últimas consecuencias las tendencias
inherentes al imperialismo
Poder barrer de las organizaciones
obreras a la burocracia sindical, el surgimiento
de nuevas formas de organización
y la construcción de partidos
revolucionarios son tareas ineludibles
de la clase obrera. Estas tareas se harán
en la lucha contra la explotación y también
en la lucha democrática contra las
tendencias fascistas del imperialismo.
Porque, como asegura Trotsky:
Los sindicatos actualmente no pueden
ser simplemente los órganos democráticos
que eran en la época del capitalismo
libre y ya no pueden ser políticamente
neutrales, o sea limitarse a servir
a las necesidades cotidianas de la
clase obrera. Ya no pueden ser anarquistas,
es decir que ya no pueden ignorar
la influencia decisiva del Estado en
la vida del pueblo y de las clases. Ya
no pueden ser reformistas, porque las
condiciones objetivas no dan cabida a
ninguna reforma seria y duradera. Los
sindicatos de nuestro tiempo pueden
servir como herramientas secundarias
del capitalismo imperialista para la
subordinación y adoctrinamiento de
los obreros y para frenar la revolución,
o bien convertirse, por el contrario, en
las herramientas del movimiento revolucionario
del proletariado.
LA OFENSIVA IMPERIALISTA
FRONTERAS ADENTRO
Otro elemento de la actual situación
en los Estados Unidos es el ataque
a las conquistas democráticas sufrido
después de 2001.
En Perspectiva Marxista Iinternacional
N° 1 (2004) citábamos de esta
manera a Nahuel Moreno:
Los ideólogos de la burguesía (y
cómo parte de ellos la «izquierda»
oportunista, agregamos nosotros) siempre
han hablado de la democracia en
general para oponerla a la dictadura
en general […] toman en consideración
el régimen interno democrático del país
imperialista y lo relacionan con los
regímenes (totalitarios) de los Estados
obreros o de los países atrasados […]
Este razonamiento es falso, proimperialista
desde la base. No se puede
ni se debe tomar como punto de partida
la comparación de regímenes nacionales,
porque justamente el imperialismo
es un régimen internacional y no
nacional. Al imperialismo norteamericano
no se lo puede definir por el régimen
interno (el existente en Estados
Unidos), sino por el régimen de conjunto,
mundial, de dominio, del cual
el régimen interno norteamericano es
sólo su parte privilegiada. Parte del
régimen imperialista yanqui son los
regímenes de Pinochet, de Somoza o
del Sha de Irán. […]
Con respecto a las libertades democráticas
del propio proletariado metropolitano,
también hay mucho que decir
y discutir. Que lo digan los obreros portugueses
o argelinos en Francia, los chicanos
indocumentados en Estados
Unidos, los turcos en Alemania, los
desocupados, los viejos jubilados o sin
jubilación, la baja cuota de sindicalización
y de organización, las minorías,
etcétera.
A continuación decíamos lo siguiente:
A estas alturas cabe definir que,
encarado así, el régimen yanqui es un
régimen fascista en cuanto su política
internacional. Pero no sólo eso, internamente
está dando un brusco giro
hacia un régimen bonapartista totalitario.
Bush hijo, después del 11 de septiembre,
no perdió tiempo en aplicar
medidas represivas internas excepcionales
y convocó a los más notorios personajes
fascistoides para construir un
organismo centralizado de seguridad.
Su fin será controlar cualquier movimiento
interno de oposición […] La
nueva legislación yanqui, votada por
amplia mayoría en el Parlamento después
del 11 de septiembre, define como
acciones terroristas « la ocupación ilegal
o los daños causados a los equipamientos
públicos, medios de transporte
público, infraestructuras, lugares
públicos, así como a la propiedad», y
también a los «actos de violencia urba-
na». O sea que abre el camino para
reprimir violentamente cualquier
acción combativa de la clase obrera, las
minorías (negros, latinos) y cualquier
otro sector explotado y oprimido del
pueblo norteamericano.
No hay todavía en Estados Unidos
un régimen fascista, pero sí se han
desarrollado ya fuertes elementos bonapartistas
y algunos fascistas: desde las
detenciones masivas de árabes e islámicos
a los que se les niegan las tradicionales
garantías democráticas hasta
el campo militar de concentración de
Guantánamo […]
Hoy podemos agregar que, a pesar
de que el proyecto bonapartista de
Bush sufrió un serio revés en el último
año por causa del fracaso de la campaña
militar en Irak, producto de una
resistencia heroica y persistente, los
avances que pudieron ser consolidados
por su gobierno no volverán atrás, y
todo indica que no serán cuestionados
por los demócratas si ganan las elecciones.
En pocos meses, durante 2007, los
principales referentes de los «halcones
», comenzando por el secretario de
Estado, Rumsfeld, fueron desplazados
de los puestos claves del Ejecutivo por
otros con una imagen un tanto más
moderada. El triunfo parlamentario de
los demócratas y la popularidad creciente
de su candidato presidencial
dejaron al gobierno con poco margen
para desarrollar un proyecto que apuntaba
a ampliar significativamente las
atribuciones del presidente. Pero esto
no nos debe confundir, las diferencias
entre los sectores de la burguesía imperialista
acerca del rumbo de la guerra y
del régimen interno no significan que,
en la medida que les sea posible, no tengan
un acuerdo estratégico en el sometimiento
de su propia clase obrera y de
las minorías. Nadie cede terreno ganado
si no es obligado por la fuerza. Las
duras condiciones que la burguesía ha
podido imponer a sus trabajadores no
volverán atrás salvo que una lucha unitaria
y tenaz pueda ser llevada adelante.
Barak Obama o Jhon McCain serán
la correa de transmisión de intereses
económicos monopólicos, que podrán
estar enfrentados a veces entre sí, pero
que tienen un plan estratégico común
ineludible, la creciente explotación de
los trabajadores norteamericanos para
salir de la crisis, y si éstos luchan no
dudarán en enfrentarlos con represión.
Los trabajadores norteamericanos
tienen una larga tradición de combatividad
sindical, pero siempre han tenido
que lidiar con dos escollos de grandes
proporciones. En primer lugar, su
atraso político que los ha convertido en
la base social del Partido Demócrata y
que ha impedido el desarrollo de alternativas
políticas clasistas. En segundo
lugar, la dirección histórica de la burocracia
de la AFL-CIO que suma en su
haber una lista interminable de traiciones
de todo tipo. Como por ejemplo, ser
furgón de cola de cuanto político demócrata
les ofrezca alguna migaja de
poder.
Podemos afirmar entonces que «no
existe todavía en los Estados Unidos un
régimen fascista», pero los avances
sobre la clase obrera y las minorías (en
los últimos años especialmente la latina)
con leyes discriminatorias, prácticas
represivas, persecuciones, secuestros,
deportaciones, son un salto de
calidad, no sólo en el deterioro de las
condiciones de vida, sino también en
el atropello a los más elementales derechos
democráticos, y que la crisis actual
profundizará esa tendencia.
Decíamos en 2004:
Hay una lucha dentro mismo de los
Estados Unidos, cuyo desenlace dependerá
de si un sector de las masas norteamericanas
aprovecha las contradicciones
interburguesas para salir en
defensa de las libertades democráticas
hoy seriamente avasalladas.
Hoy la tendencia a la descomposición
del capitalismo sigue golpeando
sobre el nivel de vida de las masas que
comienzan a resistir con grandes limitaciones.
Hemos podido observar que en los
últimos años, y más contundentemente
desde 2006, los nuevos trabajadores,
en especial los latinos, han iniciado un
proceso de organización que merece
ser tenido en cuenta. Cientos de organizaciones
sindicales nuevas han surgido
en todo el país, incluso en lugares
donde jamás había existido esta iniciativa.
No sabemos si este proceso podrá
ser controlado por la burocracia, pero
el fenómeno está en marcha, y en el
marco de la decadencia imperialista y
la crisis económica queda planteada la
perspectiva de un enfrentamiento creciente.
Por otro lado, esta organización
podrá tener características sindicales o
de transitorios reclamos económicos,
pero la profundidad de la crisis desatada
nos hace prever que el feroz ataque
contra las conquistas y las condiciones
de vida sobre las masas será, quizás,
el más duro que los trabajadores
norteamericanos hayan vivido en su
historia. Y esto planteará la necesidad
de elevar esas peleas económicas a
luchas políticas contra el sistema de
conjunto.
Podemos decir que los trabajadores
de Smithfield, por su persistencia y
coraje, son un ejemplo de las luchas
que la clase obrera norteamericana
deberá librar en los próximos años.
Confiamos firmemente en ellos.

FUENTES
Moreno, Nahuel, La dictadura revolucionaria
del proletariado.
Perspectiva Marxista Internacional N° 1,
2004.
The Militant (organización trotskista norteamericana),
Themilitant.com
The New York times, 15-6-06
The Wall Street Journal, 23-3-07.
Trotsky, León, Sobre los sindicatos, Buenos
Aires, Ediciones Pluma,1974.
www.smithfieldjustice.com.

martes, 13 de enero de 2009

(4) El capital financiero se apropia de las ciudades

El capital financiero se apropia

de las ciudades

Quedaron a merced del derroche, el lujo

y las necesidades de un puñado de megarich

FLORENCIA SÁNCHEZ

[…] Todo esto mientras las radios y las prensas del mundo atruenan

y diluvian propagando la gloria de los reyes totalitarios de Wall Street, que

tienen por cetro mundial un dólar, como los pieles rojas izaban de bandera

la cabellera escalpada del enemigo o los jesuitas usan aún de afiche

el corazón de Jesús.

En un mundo creado por los mercaderes y regido por ellos

la órbita de las ideas de los filósofos y los moralistas

cabía dentro de la órbita del vientre de los mercaderes.

Los sermones de los curas confeccionábanse sobre medida para

[ellos.

Los obreros, los inventores, las prostitutas, los eruditos

[sudaban para ellos.

La política, los cables, las hélices, las rotativas, la filantropía

[se movían por ellos y para ellos.

y para ellos el viento labraba las olas y el mar labraba la tierra.

¡Pero los mercaderes habían llenado de armas el mundo

porque las armas habían devenido la mejor mercancía!

¿Exageraba el desconocido poeta que cantó esto?

Creemos que no. […]

LUIS FRANCO*, Prometeo ante la URSS, 1964.

  • Destacado escritor argentino que militó en nuestra corriente.



LA VUELTA AL CAPITALISMO DE LA TERCERA
PARTE DE LA HUMANIDAD PROVOCÓ
LA DERROTA DE
LA CLASE OBRERA
E IMPULSÓ EL CRECIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN
DEL CAPITAL FINANCIERO
Y SU DOMINACIÓN EN EL MUNDO JUNTO
A UNA CRECIENTE MILITARIZACIÓN DE
LOS CONFLICTOS.


• EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS LAS LUCHAS
OBRERAS, QUE SE DESARROLLARON
DESDE UN EXTREMO AL OTRO DEL PLANETA
PERSISTIERON EN SU ATOMIZACIÓN,
POR LA AUSENCIA DE UNA DIRECCIÓN
INTERNACIONALISTA REVOLUCIONARIA
Y LA TRAICIÓN DE TODAS LAS
DIRECCIONES REFORMISTAS EXISTENTES
QUE ENCIERRAN CADA PELEA EN LOS
LÍMITES ABYECTOS DE LA DEMOCRACIA
BURGUESA. CON LA INCORPORACIÓN AL
MERCADO MUNDIAL DEL TRABAJO DE
MILLONES DE CHINOS, ENTRE OTROS,
LAS CONDICIONES DE ORGANIZACIÓN
CAMBIARON DRÁSTICAMENTE.


LA DISOLUCIÓN DE LA UNIÓN SOVIÉ-
TICA Y SU RECONVERSIÓN AL CAPITALISMO
DIO NACIMIENTO A LA NUEVA
OLIGARQUÍA FINANCIERA PARASITARIA
RUSA, CON BASE EN EL VIEJO APARATO
BUROCRÁTICO DEL ESTADO. LA BUROCRACIA
SINDICAL LLENÓ LOS PARLAMENTOS
Y OFICINAS GUBERNAMENTALES
CON SUS EPÍGONOS. LA «IZQUIERDA
MUNDIAL» CORRIÓ A LOS BRAZOS
DEL IMPERIALISMO «DEMOCRÁTICO» EN
BUSCA DE LAS CONDECORACIONES
MONETARIAS O MARQUETINERAS CON
QUE LA BURGUESÍA RECOMPENSA A SUS
SERVIDORES. Y EL CADÁVER DEL STALINISMO
Y DEL NACIONALISMO BURGUÉS,
A TRAVÉS DEL CASTRISMO Y EL CHAVISMO,
NO DEJÓ DE CUMPLIR CON SU FUNCIÓN:
IMPEDIR LA LUCHA REVOLUCIONARIA
DE LOS VIVOS.


En nuestra época es difícil comprender
la realidad si media entre
ésta y nosotros un número cada
vez mayor de especialistas en las llamadas
«ciencias sociales y humanas», historiadores,
sociólogos, politólogos, economistas,
tecnócratas… y también, por
qué no, periodistas, todos ellos educados
en el posmodernismo y en el fin de
las ideologías. Fueron formados para
traducirnos en el lenguaje del cinismo
burgués todas las verdades que explican
nuestra dura existencia, convencidos de
que fracasó la causa del marxismo y que
por lo tanto el uso de categorías: sistemas
económicos, revolución-contrarrevolución,
la división de clases, la teoría
de la lucha de clases, imperialismo, relaciones
de producción, planificación económica,
toma del poder, dictadura del
proletariado, cayeron al basural de la
historia junto a la URSS.
A cada paso, reinventan un método
de análisis y así los neointelectuales
encienden la llama de la ideología
imperialista en cada nuevo concepto,
un imperialismo que todavía se mantiene
triunfante y se camufla en su verborrágica
cháchara democrático-burguesa.
La base material es evidente: la
existencia privilegiada, fruto de las prebendas
económicas y sociales que se
logran por defender, desde innumerables
ópticas, a los países imperialistas
«democráticos», justifica ampliamente
tan loable emprendimiento.
Desde que cayó el muro de Berlín y
la burocracia corrió a los brazos del imperialismo
para no fenecer a manos del pueblo,
se abrió una etapa de derrotas y pérdidas
de conquistas de la clase trabajadora,
que no se detiene y no se detendrá
si no se organiza la resistencia y la ofensiva
obrera por el poder. Por esa razón la
burguesía imperialista vivió una etapa de
superganancias. La tasa de ganancia y la
financierización alcanzaron cifras siderales.
La oligarquía financiera junto a los
ex burócratas de los países de Europa del
Este, la ex URSS, China y también las
burguesías del llamado «Tercer Mundo»
realizaron el saqueo de los bienes «públicos»
e impulsaron el ingreso al mercado
mundial de una abrumadora cantidad de
trabajadores asalariados (millones en el
caso chino) aumentando de esta forma
la gran masa de plusvalía extraída. Se
apropiaron de los dividendos de los servicios
públicos porque se privatizó desde
el transporte, la comunicación, la energía,
las minas, los alimentos, el agua, la
salud, la educación y la vivienda hasta las
pensiones por vejez, y cerraron su acceso
a la gran mayoría de la población trabajadora.
¿Qué hizo el mercado financiero
con todo ese capital? Lo jugó en el
casino de los nuevos productos financieros,
derivados, etcétera. La ruleta de
la especulación financiera redobló su
marcha y, con ella, llegaron las miserias
sociales producto del aumento de
la desocupación, la marginación, el
hambre y la baja en la expectativa de
vida para una inmensa mayoría de la
población mundial.
El avance de la propiedad privada
y de la superexplotación no significó
sólo una injusticia más; significa el
avance del capitalismo financiero y con
él la contrarrevolución y sus métodos,
esencialmente militares.
Desde los bombardeos de la OTAN
a Belgrado, durante la guerra imperialista
para dividir el territorio yugoslavo en
los Estados que actualmente «protege»

la OTAN, Bosnia y Kosovo, hasta la invasión
de los Estados Unidos y sus aliados
a Irak, pasando por la destrucción y
actual guerra en Afganistán, se vivió un
proceso de guerras de conquista que desnudó
la ofensiva militar imperialista y que
a la vez constituyó una cara de la realidad
limitada en el espacio y el tiempo.
Sin embargo, la cada vez más difícil
existencia de la mayoría de los trabajadores
en el mundo, sumada a las contradicciones
que surgen entre los imperialismos,
entre éstos y las burguesías
semicoloniales y de estas últimas entre
sí, y a la crisis económica mundial, no
permite augurar que esos límites no se
amplíen, y en corto tiempo.
Los heroicos combates contra la
ocupación militar imperialista en
Irak, las resistencias palestina y afgana,
y el aumento de las denuncias y las
movilizaciones contra la invasión de los
Estados Unidos en Irak y en el Medio Oriente
Lograron empantanar la ofensiva
militar imperialista.
Estas luchas permitieron, a su vez, que en el
campo teórico volviera acobrar fuerza la categoría

imperialismo. Pero no más.
Las tasas de crecimiento de las economías
Imperialistas siguieron alentando la
idea rectora de un capitalismo
triunfante y «democrático».
El crack de las compañías financieras
que se inició en agosto de 2007 en
los Estados Unidos, y que hoy se profundiza
a niveles casi de catástrofe económica
obligará a la recuperación teórica
de Marx.
Quienes defendimos su vigencia
para continuar con su legado y su lucha
también estamos convencidos de que
sólo frenará el avance imperialista unirnos
solidarios a los luchadores de
Oriente Medio y trabajar para la creación
de un movimiento internacional,
que recupere el programa de lucha
obrera internacionalista de los revolucionarios
marxistas, leninistas, trostkistas,
e impulse la movilización en
cada país del planeta contra toda forma
de explotación.

I

Londres,

centro financiero mundial

S
i un trabajador, residente de cualquier
megalópolis de nuestro orbe
–San Pablo, México DF, el Cairo,
Calcuta o Bombay–, visitó la ciudad
de Londres, seguramente quedó
impactado por el saludable silencio,
aun de sus barrios más céntricos; se
sorprendió por el rumor suave de los
autos y de los transeúntes, en ningún
caso comparable al ensordecedor bullicio
que acompaña el continuo movimiento
de personas de las grandes
ciudades. Quizá pudo percibir el delicado
aroma, según la época del año de
que se trate, que desprende la cuidada
jardinería de sus parques o los floridos
maceteros en las veredas de sus barrios
más tradicionales.
No necesitó entrar en un hotel ni
restaurante de lujo para comprobar que
llegó a un lugar del mundo que le es
ajeno: sin smog ni ruidos ni el olor pestilente
de la basura en las calles.
Londres, entre otras ciudades en el
mundo, se convirtió en la meca de los
más ricos. Por la ciudad fluye, a la par
de la corriente del Támesis, un creciente
volumen de dólares, libras, yenes,
euros de aquéllos que dejaron de ser
millonarios o ricos porque se convirtieron
en hipermillonarios (megarich),
unos 75.000 individuos (0,1% de la población),
que vieron crecer su fortuna
de 193.000 millones a 586.000 millones,
en apenas una década. Con seguridad,
un número mayor de empresarios,
oficinistas de las compañías financieras,
de seguros y de los bancos
comerciales, agentes de Bolsa, «yuppies
» de todo tipo y de todos los países,
mezclados con artistas, estrellas de
cine, futbolistas, completarán el entramado
social de superprivilegiados residentes
londinenses. El continuo despilfarro
en sus actividades sociales constituye
una de sus característica saliente,
como lo señaló el diario La Nación
de Buenos Aires:
A las 4 de la mañana tras una movida
noche de baile con odaliscas traídas para la
ocasión desde Kuwait, un joven banquero
londinense ofreció pagar con su tarjeta de
crédito la cuenta de 30.000 dólares que había
costado la velada en Pangaea, un club
exclusivo para adinerados en el tradicional
barrio de Mayfair.
[…] Pangaea abrió sus puertas hace dos
años para ofrecer «felicidad y confort» al
creciente número de privilegiados que han
escogido esta ciudad como sede de trabajo
y de divertimento.
[…] La mayoría de los
privilegiados en Londres
son extranjeros (rusos, árabes,
indios, franceses, italianos
y norteamericanos)
atraídos por la benigna política
fiscal británica que excluye
a aquellos con domicilio
oficial fuera del país y
favorable al comercio de
«bienes intangibles», como
los derivados financieros o
bursátiles (derivatives) y los
fondos especulativos (hedge

funds).
[…] Richard Bernstein,
jefe ejecutivo de la firma
inversora en alta tecnología
Eurovestech, es un
defensor de la política de
entregar bonos: «Si yo
puedo encontrar a alguien
capaz de hacerme ganar
15 millones de dólares, le
pago con gusto 3 millones.
En la City se vive mucho
al ritmo de banquete y
hambruna. No hay punto
medio. Es cuestión de
mantenerse en la cresta de
la ola».
[…] han creado una verdadera bonanza
en el sector de la «industria del lujo» que
va más allá de los tradicionales sectores de
alta costura o joyería. La firma Oxford Philantropic,
por ejemplo se encarga de colocar
donaciones en nombre de los ricos que
no tienen tiempo para escoger sus propias
obras de beneficencia.
Clubes exclusivos como Quintessentially
satisfacen hasta el más disparatado
capricho de sus miembros durante las 24
horas, los 365 días del año. Entre los más
insólitos pedidos que han concretado figuran
una torta con forma de
trompa de elefante decorada
con rubíes y esmeraldas…
La presencia de hipermillonarios
también revivió
un ramo que parecía en vías
de extinción: el de los servicios
de mayordomos, empleadas
domésticas, choferes
y jardineros. La agencia
Massey, especializada en ese
tipo de contrataciones, registró
un incremento del 50
por ciento en la demanda
durante los últimos dos
años.
En las últimas décadas
el proceso de financierización
y concentración
de la riqueza fortaleció
a quienes no saben

aprovecharse de la creciente
civilización más
que para dilapidar alegremente
su patrimonio en
estas ciudades especialmente
convertidas en
centros del lujo y el brillo
.
En los inicios del
siglo XX la aristocracia
quitaba cada vez mayores extensiones
de tierra destinada a la agricultura para
la caza del zorro y otros deportes.
Lenin expone el problema en su obra

El imperialismo, fase superior del capitalismo
(1916): se calculaba que había
un millón de rentistas en Inglaterra para
esa época, y brindaba esa cifra como
ejemplo del parasitismo engendrado
en este país rico en capital financiero
y en experiencia imperialista.
En 2007, la tradición deportiva de
los terratenientes ingleses volvió a las
crónicas periodísticas. En el Parlamento
británico se pasaron cientos de horas
debatiendo un proyecto para la prohibición
de la caza del zorro, y con la
diferencia de escasos votos se decidió
su ilegalidad. Más allá de los argumentos
a favor o en contra de esta práctica,
el tiempo dedicado a la cuestión en
comparación con las pocas horas que
absorbió el debate, por ejemplo, sobre
la invasión y posterior guerra de ocupación
a Irak, confirma la importancia
no sólo social sino política y económica
de la burguesía parasitaria. Se dice
que más de 70.000 hombres participan
de las cacerías, y que más de un millón
las siguen o dependen de éstas de una
u otra forma, en especial en las comunidades
rurales.
Lenin recurre al trabajo del economista
no marxista Hobson para describir
el parasitismo característico de la
fase imperialista recién iniciada:
La perspectiva del reparto de China
suscita en Hobson el siguiente juicio económico:
«La mayor parte de Europa occidental
podría adquirir entonces el aspecto
y el carácter que tienen actualmente ciertas
partes de esos países: el sur de Inglaterra,

la Riviera y los lugares de Italia y Suiza
más frecuentados por los turistas y que
son residencia de gente rica, es decir, un
puñado de ricos aristócratas que perciben
dividendos y pensiones del Lejano Oriente,
con un grupo algo más considerable de
empleados profesionales y de comerciantes,
y un número mayor de sirvientes y de
obreros ocupados en el transporte, y en la
industria dedicada a la terminación de artículos
manufacturados.
[…] »He aquí qué posibilidades abre
ante nosotros una alianza más vasta de los
Estados occidentales, una federación europea

de las grandes potencias: dicha federación,
lejos de impulsar la civilización
mundial, podría implicar un peligro gigantesco
de parasitismo occidental: formar un
grupo de naciones industriales avanzadas,
cuyas clases superiores percibirían enormes
tributos de Asia y África; esto les permitiría
mantener a grandes domesticadas de
empleados y criados, ocupados, no ya en la
producción agrícola e industrial de artículos
de gran consumo, sino en el servicio
personal o en el trabajo industrial secundario,
bajo el control de una nueva aristocracia
financiera…» […]
La teoría del imperialismo defendida
por Lenin demuestra que la base
económica más profunda del imperialismo
es el monopolio, no sólo en algunas
ramas industriales o financieras
sino también el monopolio de la posesión
de colonias y que esa supremacía
monopolista en la economía conduce
inevitablemente al estancamiento y la
descomposición. La exportación de
capital, otra de las condiciones esenciales
de la existencia del imperialismo,
agudiza al extremo la división de los
países que viven, como dice Lenin, de
«recortar cupones» a costa de los otros.
Y la separación del sector rentista (individuos
que no participan para nada en

empresa alguna y cuya profesión es la
ociosidad) de la producción
[…] imprime un sello de parasitismo a
todo el país, que vive de la explotación del
trabajo de unos cuantos países y colonias
de ultramar.
[…] ¡El beneficio de los rentistas es
cinco veces mayor que el del comercio exterior
del país más «comercial» del mundo!
¡He aquí la esencia del imperialismo y del
parasitismo imperialista!1
Hacia los comienzos de 1900, cuando
Lenin elaboró su teoría, analizaba
la situación de una Inglaterra imperialista
ejerciendo el dominio mundial y a
la vez en franco proceso de descomposición.
Si de un plumazo saltáramos a la
década del 30 podríamos contemplar
la pintura que hizo del Londres de esa
época Virigina Woolf, una destacada
escritora británica, quien resaltó la
importancia de las zonas dedicadas a
la actividad productiva aún integradas
en su conformación urbana:

Por muy románticos, libres y caprichosos
que puedan parecer los buques, apenas
hay uno que, en su día, no venga a echar el
ancla en el puerto de Londres. Desde una
lancha en mitad de las aguas se les puede
ver deslizándose río arriba, mostrando todavía
todas las marcas del viaje. Llegan buques
de pasajeros, con sus altas cubiertas,
sus galerías, sus toldillas, con sus pasajeros
maleta en mano, inclinados sobre la barandilla,
mientras los cables caen, se deslizan y
se hunden. A casa llegan estos grandes buques,
mil todas las semanas del año, para
anclar junto a los muelles de Londres. Avanzan
mayestáticamente por entre una multitud
de vapores de cabotaje, barcazas cargadas
de carbón y balanceantes veleros rojos
que, a pesar de su aspecto deportivo, traen
ladrillos desde Harwich o cemento de Colchester,
ya que todo es industria y negocio,
y no hay embarcaciones de placer en el río.

Si damos otros salto hasta nuestros
días, vemos que los viejos docks portuarios
fueron reciclados y convertidos
en «lofts», ambientes espaciosos para
oficinas, viviendas o centros de exposiciones,
y una gran cantidad de embarcaciones
que navegan por el Támesis
sólo realizan circuitos turísticos. El smog
industrial y la pesada niebla cargada de
contaminantes han sido eliminados.
Kensington Palace Gardens, una de
las avenidas de más alto valor inmobiliario
de Londres, nuclea a los megarich
de los más variados países; se instalan
allí para evadir impuestos, tener
su centro de operaciones en esta importante
capital financiera y, de paso, un
refugio seguro para cubrirse de los
eventuales peligros que pueden acecharlos
por la inestabilidad política o
económica de sus países de origen.
Si en el siglo XIX la industria del
acero fue la que generó los millonarios
de la época, en el XXI es el avance tecnológico
puesto al servicio de la timba
financiera. En un polo, la concentración
de la riqueza en unos pocos, que
con sus miles de millones se apoderan
del patrimonio de la sociedad, compartiendo
con lo más avanzado de la
concentración económica mundial lo
más retrógrado y parasitario: la monarquía
y los restos de la nobleza, lo nuevo
y lo viejo de la decandencia. En una
división tajante, el otro polo: de la
mayoría de la población trabajadora
que destina más horas de su existencia
al trabajo mientras disminuye su nivel
de vida y sufre las políticas segregacionistas
de los gobiernos imperialistas.
Un estudio de la Oficina de Estadísticas
Nacionales [de Inglaterra] acaba de
confirmar una pronunciada ampliación en
la brecha entre ricos y pobres. […] unos 20
millones de personas (cerca de un 50% de
la población) vieron sus ingresos caer en
15% en los últimos diez años.
En los inicios del tercer milenio, el

parasitismo imperialista continua su
expansión y las metrópolis europeas
constituyen el mejor escenario de este
proceso. Viven al compás del nuevo
sector rentista que consume cultura,
alta moda y diseño para necesidades
ficticias, espectáculos musicales, obras
de teatro, cocina «gourmet» internacional,
servicios hoteleros para los gustos
más sofisticados, viviendas de lujo…
El capital financiero se apodera de la
ciudad y de su historia. Los castillos
medievales son utilizados para fastuosas
fiestas de los «nuevos megarich» y
gracias a la renta que reciben (viejos
nobles o el Estado, según el caso) se
garantizan su manutención. Los viejos
buques de guerra se reciclan para convertirse
en lujosos cruceros turísticos.
El crecimiento del lujo y el despilfarro
no son exclusivos de Londres,
pero es un ejemplo de apropiación casi
exclusiva de la ciudad por este sector
rentista producto de la financierización
de la economía y de la explotación de
millones de trabajadores de África,
América latina, Asia y de todos los ex
Estados Obreros: Europa del Este, ex
Unión Soviética y China.

II
Nueva York,
ciudad de las finanzas.
Nueva Orleans,
el patio trasero de los
Estados Unidos

El ranking mundial de megarich
corresponde sin lugar a dudas a los Estados
Unidos, pioneros a la vez en el
desarollo de estos polos del poder
financiero mundial.
Nueva York y Los Ángeles encabezan
la competencia de la opulencia
y el derroche. La riqueza de los
400 más ricos norteamericanos llega a
1.100.000.000.000 de dólares, más que
el PBI (Producto Bruto Interno) de Canadá.
Nueva York continua teniendo la
economía urbana mayor del mundo a
pesar de haber sido atacada el 11 de septiembre
de 2001, cuando aviones comerciales
conducidos por árabes suicidas se
estrellaron en las Torres Gemelas.
Estos polos financieros mundiales
han crecido a la par del desarrollo de
los servicios de lujo; en el caso de Londres,
además, cuenta con una magnífica
posición estratégica que le permite
jugar con las horas para negociar en el
mercado con Nueva York y Tokio.
El alcalde de NY, Michael Bloomberg
y el senador por el Estado de NY,
Charles Shumer, escribieron en el The

Wall Street Journal:
Si no mejoramos el ambiente corporativo,
corremos el riesgo de que Nueva York
pierda su importancia en el sector global
de servicios financieros.

Esto sería devastador para nuestra
ciudad y nuestro país.

Estas expresiones de temor ante a
posibilidad de que la capital mundial
de las finanzas deje de ser la ciudad
norteamericana demuestran cuál es el
eje alrededor del cual gira el dinamismo
económico de Estados Unidos.
Los datos sobre la estructura social
norteamericana son indicadores también
de las desigualdades y la creciente
polarización.
[…] Un 43% de los encuestados también
concordaba en que EE.UU. estaba
dividido en dos clases: ricos y pobres.
[…] En contraposición, el sector de los
super-ricos va en aumento: El 1% de los
asalariados mejor pagados hoy percibe la
mayor cantidad de ingresos desde 1929, y
sólo en el país hay más de mil multimillonarios.
Frente a ello, el 80% de los asalariados
han visto caer sus ingresos. Asimismo,
la compensación de un CEO aumentó
un 20,5% en 2007 (con un pago promedio
de u$s18,8 millones), mientras que los
ingresos de las empresas sólo reportaron un
incremento del 3%, según el Economic
Research Institute.
Los llamados megarich se apoderan
de toda la ciudad con todo su patrimonio
cultural e histórico. Pero si la ciudad
que fue una de las conquistas más
logradas de la civilización, es apropiada
en exclusividad por esta clase financiera
rentista y parasitaria, cada metro
cuadrado apropiado por este sector es
un metro cuadrado menos para los trabajadores,
más superficie privatizada
para emprendimientos de lujo, menos
espacio público disponible para la movilidad,
la residencia, la salud, la educación
y el ocio de la mayoría trabajadora,
en síntesis para todo su desarrollo
como individuos. La clase obrera es
víctima cada día más de la segregación
y empujada fuera de la ciudad y de los
servicios indispensables para su supervivencia.
La derrota de las luchas obreras y
del ascenso revolucionario provocó este

crecimiento espectacular de la propiedad
privada
en detrimento del trabajador,
quien fue perdiendo, también, su
derecho a la vida urbana.
Los grandes desastres climáticos
que amenazan al planeta siempre perjudican
en primer lugar a los desposeídos
y los más pobres, porque son los
que viven en las zonas de riesgo, aunque
pertenezcan a una de las sociedades
urbanas más ricas. El Katrina, el
huracán que en 2005 destruyó gran
parte de la ciudad de Nueva Orleans y
dejó cientos de ahogados, miles sin viviendas,
y muchos más sin trabajo, obligó
a la gran mayoría de los trabajadores
a emigrar después del desastre, pero
no llegó a destruir la zona de las residencias
más costosas ni la zona histórica
y turística.
Gran parte de la inversión para la
reconstrucción fue destinada a la hotelería
y la alta gastronomía para retomar
sus niveles de oferta, y para que su
enorme centro de convenciones Ernest
N. Morial pueda recobrar su razón de
ser: una importante fuerza económica
para el sector rentista de la ciudad. En
todo el mundo causó sorpresa que la
mayor potencia mundial, los Estados
Unidos, se viera sobrepasada por las
consecuencias de este fenómeno natural
en el corazón de su territorio, pero
la razón de esto está en el aumento de
la desigualdad en el interior de los Estados
Unidos, y la casi nula inversión
pública.


III
París, segregación en
el corazón de Europa


En 2005, París, una de las ciudades
más caras del mundo, fue escenario de
la furia desatada por los jóvenes franceses
hijos de inmigrantes, residentes
en las afueras. El incendio amenazó en
forma rápida con extenderse por toda
Europa, por ser la expresión más desesperada
del despojo al que son sometidos
todos los trabajadores que con su
salario no pueden cubrir los gastos que
exige la vida en la ciudad y para quienes
residir en los suburbios es vivir al
límite, no sólo geográfico sino en todos
los órdenes.
La burguesía francesa posee un
patrimonio muy rico de experiencia en
reformas urbanas. Impulsó la conservación
de la zona histórica, revalorizó
los barrios más tradicionales donde se
asientan las grandes propiedades residenciales,
y eso significó la expulsión
de los trabajadores a la banlieue. Creó
también su zona financiera: destinó las
nuevas torres de oficinas a un nuevo
barrio, La Défense; en esta gran extensión
de terreno de alto valor urbano
concentró los edificios destinados a las
compañías financieras, consultoras, de
seguros; allí se desplegaron con gran
audacia los más vanguardistas diseños
arquitectónicos.
Los chicos franceses en su rebelión
urbana fueron los destinados a expresar
las contradicciones a las que esta
sometida la sociedad bajo el capitalismo
en descomposición.

Ahora Francia está obligada a preguntarse
sobre su actual situación social, sobre
sus ciudades, sobre sus periferias y, sobre
todo, sobre esa sociedad construida en
decenas de años de inmigración de masa.
Pero antes tiene que apagar ese incendio
clamoroso de estas últimas semanas. Y no
podrá hacerlo sólo con el toque de queda
o blindando el centro de París o de otras
ciudades importantes.
Es cierto que definiendo «racaille» (populacho,
ínfima plebe) a los rebeldes de
Clichy después de la muerte violenta de dos
jóvenes emigrantes que eran perseguidos
por la policia, el ministro del Interior francés,
Sarkozy, ha lanzado una botella molotov
en un barril lleno de gasolina.
[…] El
gobierno francés […] evidentemente no sabe
absolutamente nada de ese mundo banlieue.
La misma policía, no existiendo en
París los agentes de barrio, no conoce la
realidad de las zonas marginales. Entre
otras cosas, los gobiernos conservadores
franceses han cortado los fondos a las asociaciones
de voluntarios que se ocupaban
y trabajaban en esas complejas y segregadas
realidades. Mostrar los músculos ha
empeorado la situación, desencadenando
una rebelión difundida, incluso en ciudades
generalmente tranquilas.

[…] La única cosa cierta es que reprimiendo
han cometido un error, sobre todo
en una sociedad extremamente móvil que
se comunica con el tam-tam informático,
que aparece y desaparece para aparecer en
otro lugar. Un semanario importante como

Le Nouvel Observateur se pregunta si la rebelión
francesa es una «intifada» de nueva
generación o es el desempleo…
En realidad, los enormes ghettos creados
en París, sobre todo cuando Chirac era
alcalde de la ciudad, han excluido una buena
parte de la sociedad de la vida en común.
El 80% de los jóvenes de la
banlieue han nacido
en Francia en familias donde no se habla
el francés y la mayoría (30% de desocupación)
no encuentran trabajo. Muchos son
árabes pero no existe una guerra de religión.
Saben qué cosa es la injusticia y la exclusión.
Saben que para ellos no existe la solidaridad
del Estado; por lo tanto es difícil
que vean las ventajas de la legalidad. Es la
política que tiene que hacer ver que en Francia
existe desigualdad entre sus habitantes
que han nacido en territorio francés.2

EL ARTE COMO FUENTE
DE INVERSIÓN

…] los valores reinantes en el mundo
del arte son el dinero, el prestigio y el poder.
La erudición y la educación ocupan un lugar
secundario respecto a las incesantes recaudaciones
de fondos, los arquitectos famosos
las exposiciones populares, las cifras de
asistencia, las tiendas de regalos, los restaurantes
y el marketing. En el proceso, los museos
se han convertido en parte de una industria
recreativa globalizada.3
El artículo del New York Times, suscita
en su autor el siguiente juicio «el
arte como negocio devalúa al arte». El
capital financiero en su abrupto crecimiento
mundial, producto de la restauración
capitalista en la tercera parte del
mundo, irrumpe en todos los aspectos
de la vida humana, cambia las fronteras
y se apropia de la cultura. La instrucción,
la educación, la cultura, valores
de los cuales se vanagloriaba la burguesía
del siglo XIX, pasaron al cuarto
de los recuerdos.
En ese marco, no nos sorprende,
por ejemplo, que el gobierno francés
acuerde «alquilar» el nombre del Louvre
a Abu Dahbi, capital de los Emiratos
Árabes Unidos, en 520 millones de
dólares durante 30 años. Como símbolo
de una época, el arte sigue la pista
del dinero, casas de subasta y ferias de
arte enfilan para Oriente Medio, Latinoamérica,
Rusia, China e India, donde
los nuevos ricos descubren que el
arte constituye una buena fuente de
inversión y un símbolo de éxito y prestigio.
De esta forma, los niños que crecen
en la banlieue pierden su derecho de
acceso al patrimonio cultural del país
que los vio nacer. Éste se instala en
otras regiones, a miles de kilómetros de
Francia, para el placer y la inversión de
los megarich de otras nacionalidades, a
la par que la burguesía francesa se favorece
con la entrada de los dividendos.

IV

El capitalismo
financiero se apropia
de las conquistas
de los trabajadores


Un pequeño sector de la sociedad, la
oligarquía financiera, conquistó la posibilidad
de apoderarse de las más variadas
fuentes de riqueza de que dispone el
planeta, desde los recursos naturales
hasta el patrimonio cultural, social e histórico
de la humanidad, alcanzando, con
su avaricia mercantilista y sus finanzas
omnipotentes, el recurso fundamental
«para todas las formas de vida conocida
», como es el agua.
Esta clase aparece como defensora
fundamentalista del capitalismo, de la
«libertad de mercado» y de la apertura
irrestricta de la economía, pero debe
su existencia al desarrollo del monopolio
en toda su plenitud. Recurre al
Estado cuando necesita su auxilio para
defender sus intereses.
En realidad el Estado le pertenece.
Así puede invadir y ocupar países
–como parte de su política de defensa

preventiva–, pero buscando en realidad
consolidar su supremacía a través de la
apropiación o control de las má
importantes fuentes de recursos.
En la actual crisis del sistema financiero
imperialista que se desarrolla
desde mediados del año 2007, los países
imperialistas recurrieron desde el
primer momento a los fondos del Estado
para el salvataje de los bancos privados.
Gordon Brown, el primer ministro
inglés, aseguró que el gobierno británico
nacionalizaba el banco Northern
Rock «como una medida necesaria
para preservar la estabilidad de la economía
británica». Este banco inglés no
pudo recomponer sus activos y estaba
fuertemente endeudado con sus depositantes
y con el Banco de Inglaterra,
que en su momento salió presuroso
para auxiliarlo.
[…] los bancos centrales de Europa y

Estados Unidos están inyectando fuertes
sumas de dinero (cientos de miles de millones)
para mantener la liquidez del sistema
financiero, a sabiendas incluso de que
muchas instituciones nunca podrán devolver
esos redescuentos o préstamos…
El dinero de los depositantes –que no
es de los banqueros, por supuesto– y de los
contribuyentes –que no es el de los gobiernos–
se está destinando al salvataje de grupos
privados que lucraron con las tasas de
interés y las hipotecas. Ahora, al revelarse
los préstamos irresponsables que otorgaron,
reclaman la ayuda de los Bancos Centrales
y de los Estados.
4
El Estado en el sistema capitalista,
no es benefactor o acude en ayuda de
los desposeídos; cuando lo hizo fue
porque la lucha de clases doblegó a la
clase dominante.
Por esa razón se vivieron períodos
durante los cuales los gobiernos destinaron
importantes recursos estatales
para cubrir las necesidades de los
trabajadores y de los más necesitados;
éstos se consiguieron gracias al desarrollo
previo de decisivas luchas,
acciones de masas revolucionarias,
que amenazaron seriamente la existencia
del Estado burgués. Sólo como
forma de evitar estos choques y apagar
las llamas de la revolución, la burguesía,
ganando para su propio beneficio
períodos de «conciliación», otorgó
migajas y también realizó importantes
concesiones y así también recompuso
sus fuerzas para que su contrarrevolución
triunfara.
Uno de esos períodos a los que nos
referimos en el párrafo anterior es el
que se abrió con el triunfo de la revolución
rusa de 1917, cuando la clase
obrera dirigida por el Partido Bolchevique,
tomó el poder del Estado en sus
manos, creando el primer Estado obrero
socialista en el mundo.
Los nuevos fenómenos sociales, políticos
y económicos que se presentaron
con este triunfo, para los trabajadores en
particular y para la sociedad, a nivel
mundial, fueron tan importantes para el
desarrollo de la revolución como lo son
ahora la vuelta al capitalismo y la desaparición
del Estado soviético en los años
90 para el retroceso de la lucha obrera
y la pérdida de todas las conquistas de
los trabajadores.
Fenómenos que, sin duda, influyen
en la conformación urbana, el avance
del capital financiero y su presencia
omnipotente junto a un aumento gigantesco
de todos los problemas provocados
por una creciente segregación y
polarización social.

Notas
1 El imperialismo, fase superior del capitalismo,
V. I. Lenin, t. 22, págs.
294-295, Obras
completas, Cartago.
2 «La rebelión francesa», Roberto Faggioni,
Web.
3 Alan Riding, The New York Times.
4 Clarín, 21 de enero de 2008.



UNA MIRADA IRÓNICA SOBRE
LA SITUACIÓN ESTADOUNIDENSE


Querido Estados Unidos
¡bienvenido al Tercer Mundo!

Rosa Brooks,
Los Angeles Times, especial.
No todos los días una superpotencia
hace un esfuerzo para transformarse en
un país del Tercer Mundo y nosotros
aquí en el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional queremos figurar
entre los primeros en darle la bienvenida
a la comunidad de Estados en
desesperada necesidad de asistencia económica
internacional. Mientras Ud. cae
en espiral a un colapso financiero catastrófico,
nosotros nos sentimos encantados
de responder al pedido de su Departamento
del Tesoro para llevar adelante
una evaluación de estabilidad conjunta
de su sector financiero. En estos tiempos
turbulentos, podemos aportar servicios
que oscilan entre los préstamos subsidiados
y los asesores especializados
dispuestos a realizar una reestructuración
de emergencia de todo su gobierno.
La semana pasada, aún antes del
último colapso de Wall Street, 13 ex
ministros de Economía se reunieron en

la Universidad de Virginia y acordaron
que Ud. tiene que reparar su «sistema
financiero quebrado». Peter Costello, de
Australia, observó que últimamente Ud.
estuvo «exportando inestabilidad» a los
mercados mundiales y Yashwant Sinha,
ex ministro de Economía de la India,
concluyó que «la hora ha llegado.
EE.UU. debería aceptar algún tipo de
control de parte del FMI». Esperamos
que no se sienta molesto mientras evaluamos
la estabilidad de su economía
y sugerimos algunos cambios necesarios.
Recuerde que muchos otros países
ya estuvieron en sus zapatos. Ya acudimos
en ayuda de las economías de
Argentina, Brasil, Indonesia y Corea del
Sur. Pero ya sea que nuestro trabajo esté
en Sudán, Bangladesh o en EE.UU.,
nuestros expertos están comprometidos
a intervenir en las economías nacionales
con cuidado y sensibilidad.
Queremos reconocer el progreso
que hizo en su evolución desde superpotencia
económica a caso perdido
económico. Normalmente, un proceso
de este tipo puede demandar 100 años,
o más. Con su oscilación entre el extremismo
de libre mercado y la nacionalización
de empresas privadas, sin
embargo, Ud. logró en muy pocos años


Una crisis histórica está provocando
un infarto masivo en el corazón
del capitalismo financiero
mundial

s
En las últimas décadas, algunas economías nacionales colapsaron:
Rusia, Argentina, Ecuador, fueron los más destacados ejemplos de
la ruina a la cual se puede arribar en esta fase económica de
descomposición del sistema capitalista; para sus poblaciones
significó caer en la desocupación, el hambre y todo tipo de
penurias de la noche a la mañana, Sin haber sufrido una guerra,
estos países casi desaparecieron de la faz de la tierra.

muchos de los atributos de las economías
del Tercer Mundo.
Sus políticas de irresponsable desregulación
gubernamental en sectores
clave le permitieron desarrollar rápidamente
una crisis de energía, una de
vivienda, una crediticia y una de mercados
financieros, todo junto y acompañado
(y causado, en parte) por niveles
alarmantes de corrupción y especulación.
Mientras tanto, sus dirigentes
políticos acusados de negligencia estaban
durmiendo la siesta o bien en la
cama con los lobbistas de las empresas.
Ahora enfrenta las consecuencias.
La disparidad de ingresos aumentó.
Cada vez menos ciudadanos tienen
acceso a viviendas, salud o jubilaciones
al retirarse. Hasta la expectativa de
vida bajó. Y cuando sus preocupaciones
económicas pasaron de lo crónico
a lo agudo, Ud. respondió –como tantos
Estados del Tercer Mundo– con un
vasto programa de nacionalización de
empresas privadas y activos. Los gigantes
hipotecarios Fannie Mae y Freddie
Mac son controlados por el Estado y
propiedad de éste, y esta semana su
aseguradora AIG fue nacionalizada.
Algunos dirán irónicamente que esto
es socialismo. Pero los momentos desesperados
exigen medidas desesperadas.
Su transición está lejos de haber terminado.
En un principio, le podría resultar
duro acostumbrarse a las villas miserias,
pero con el tiempo este tipo de
viviendas se convertirán en parte del paisaje.
De manera similar, a medida que
los porcentajes de desocupación sigan
aumentando, le costará encontrar un
lugar para la creciente cantidad de airados
jóvenes sin trabajo. De todos modos,
se dará cuenta de que podrá utilizarlos
para la lucha en una interminable serie
de conflictos armados.
Es posible que esta carta lo sorprenda
y sienta que no está del todo
listo para sumarse al Tercer Mundo. No
deje que este sentimiento lo preocupe.
Si bien tal vez nunca se haya dado
cuenta, se estuvo preparando para este
momento desde hace años.

ACTO 1º
BANCARROTA DE LEHMAN
BROTHERS…
Nos sumamos a la irónica campaña
de bienvenida de R. Brooks, y desde

la Argentina, a la que se suman los
especialistas de Ecuador, ofrecemos
cátedras gratuitas de supervivencia después
de sufrir varios tsunamis financieros
peores que el de Wall Street.
En primer lugar nos dirigimos a los
«yuppies», pero pueden incluirse otros
asalariados de saco y corbata: quizá no
tengan más que sus trajes oscuros como
vestimenta, pero no importa, de igual
manera podrán organizar una cola frente
a los restaurantes de lujo (en Buenos
Aires se eligió Puerto Madero), después
del cierre, para recibir gratis –de las
sobras– su ración diaria de comida.
Durante los primeros días se sentirán
incómodos, pero con el correr del tiempo
se incorporarán al paisaje de la ciudad.
Los que decidan sobrevivir con alguna
«changuita» pueden armar un carro
para recolectar papeles y todos los desperdicios
reciclables que encuentren en
las calles; con eso ayudarán a la limpieza
de la ciudad, y quizá luego el alcalde
les ofrezca una especie de propina por
los servicios. En Buenos Aires, desde el
año 2000 familias enteras recorren la ciudad
de noche en busca de cartones –por
eso se los apodó «cartoneros»–, actividad
que se ha convertido en una de las
fuentes de trabajo con mayor estabilidad:
ya llevan más de ocho años en estas tareas
y nada hace predecir que estos
«microemprendimientos» no continúen
en el futuro.
También se deberán preparar para
abandonar el auto como medio de transporte
privilegiado, obligados por el precio
de la gasolina. Ante la falta de transporte
público, deberán viajar desde la
periferia con transportes «desregulados»
tipo «van» para acceder al centro urbano
o downtown. Si tienen suerte, la presión
de instalarse allí masivamente obligará
a que algún funcionario note su
presencia, para lo cual deberán tener
preparado su pliego de reivindicaciones
(desde ayudas sociales hasta la atención
gratuita de la salud). Si no son escuchados,
deberán hacer lo mismo que
nuestros piqueteros, que alcanzaron
notoriedad por sus arribos diarios al
microcentro y por cortar las rutas de
acceso a la Capital.
Si la crisis financiera se prolonga
pueden rodear (siempre con una presencia
masiva), golpear y hasta provocar
destrozos en los edificios bancarios.
En la City porteña y en otros centros
urbanos argentinos, después del estallido
de 2001, todos los frentes fueron
revestidos con chapones, a la manera
de fortificaciones. Situación que se
mantuvo durante varios años, ante la
persistente amenaza a la integridad de
sus vidrieras y de sus instalaciones.
Las movilizaciones durante todos los
días de la semana no sólo provocarán
mayor caos en el tránsito, también producirán
malestar a los grupos de turistas
fanatizados por obtener una foto junto
al toro emblema de Wall Street, y contribuirán
a afear el paisaje, en especial si
los bancos fortificaron sus edificios. Pero
haciéndose dueños de la situación, propónganles
tours con recorridos no habituales
por los asentamientos y villas
miserias aledañas a la Gran Manzana,
explotando la curiosidad de los visitantes
por conocer la creciente miseria que
los rodea.
En compensación, se convertirán en
un tema de estudio universal. Tengan en
cuenta que, a la hora de evaluar los costos
y beneficios, los funcionarios de Washington
recurrieron a nuestros especialistas
y tomaron el ejemplo de Argentina
para la socialización de las deudas privadas,
en lo que ostentamos una larga
trayectoria: desde 1982, el Estado argentino
asume las deudas para evitar bancarrotas
de las grandes corporaciones.
Según Néstor Restivo (Clarín, Buenos
Aires, 20-9-08), desde la dictadura militar
(1976-1983) hasta fines de los años
90 (con los gobiernos «de la democracia
» de Alfonsín, Menem y De la Rúa),
[…] se estima que se endosaron al Estado
[…] US$ 5.500 millones. Esto era 80% de
la deuda privada: así, el Estado respondió por
80% y los verdaderos deudores por el 20%.
Dos tercios de la deuda era de 28 grupos locales
(Acindar, Celulosa, Alpargatas, etc.) y 102
multinacionales. […]*
Como ven, lo que se está haciendo
ahora en vuestro país ya lo hicieron en
el nuestro: socializar las deudas y la
miseria, mientras unos pocos se quedan
con las ganancias.

CORRESPONSAL DESDE BUENOS AIRES


LA REVOLUCIÓN RUSA DE 1917
Los primeros años de la revolución rusa plantearon
problemas realmente nuevos; los debates que se
abrieron en todos los campos del conocimiento y los
desafíos abiertos en aquellos años reflejaron el impulso
creador surgido de tan tremendo acontecimiento:
sólo un cambio de esa naturaleza favorecería el desarrollo
de las fuerzas productivas puestas al servicio del
hombre y de la naturaleza. Y por primera y quizás
única vez, se planteó la necesidad de proyectar «ciudades
nuevas» como respuesta a las necesidades de un
nuevo «cliente»: las masas obreras.
LAS PRIMERAS LEYES
La casi total expropiación de los dueños de edificios
y terrenos en la República Soviética
[…] se basó en los «DERECHOS FUNDAMENTALES
DEL PUEBLO TRABAJADOR Y EXPLOTADO, DEL 13 DE
ENERO DE 1918».
Se lee textualmente:
«La propiedad privada del suelo es eliminada; todo
el territorio es declarado propiedad del pueblo y entregado,
sin resarcimiento, a los trabajadores, sobre la base
de un uso común del territorio. Todos los bosques, las
riquezas de la tierra, las aguas de importancia colectiva,
todo el inventario móvil e inmóvil (vivo o muerto), bienes
de valor, e instalaciones idóneas son declarados propiedad
nacional.»
Según la ley concerniente a la entrega de pisos a la
administración ciudadana autónoma, del 20 de octubre
de 1917,
«se autorizaba a confiscar apartamentos vacíos y
para ponerlos a la disposición de la población pobre».
Un decreto ulterior, del 14 de diciembre de 1917,
contenía
«la prohibición referente a cualquier forma de especulación
sobre el suelo. Contemporáneamente fueron
declaradas nulas todas las transacciones de venta o de
hipoteca realizadas por individuos particulares […]»
CONSIDERACIONES SOBRE LOS PLANES
PARA LAS CIUDADES
[…] «La forma particular de nuestra organización
social y los aspectos particulares de nuestro sistema jurídico
garantizan a la arquitectura moderna grandes posibilidades
de desarrollo. La falta de propiedad privada y
por tanto de intereses particulares, que comúnmente contrarrestan,
crea la premisa para disponer sin obstáculos
planes urbanísticos completos y planificadores de territorios
densamente poblados, de acuerdo con el criterio
del bienestar general. Pueden experimentar cambios
según las exigencias del momento. De igual modo, el
control de la economía por parte del Estado y en particular
la concentración de todas las grandes iniciativas
urbanistas en sus manos, permite afrontar de manera
planificada los problemas de la industrialización urbana,
de la tipificación y de la estandarización.»
[…] «Pero el paso de la empresa privada a la organización
planificada y centralizada representa un progreso
indiscutible para la racionalización y para la disminución
de los costos edilicios.»
[…] «Durante mi breve estancia de estudio en
Moscú, el director de la Banca Comunal, que se cuida
de la financiación de las nuevas ciudades rusas por
construir, puso a mi disposición los documentos de la
planificación territorial referente a las nuevas ciudades,
en forma de un grueso volumen impreso, lleno de
investigaciones económico-sociales y de tablas, análisis
de suelos, climas, fuentes de materias primas, situación
de los transportes, etcétera.»
[…] Según la orientación de la planificación territorial
rusa, planteada en amplia escala, se deberán crear
sólo ciudades funcionales de dimensiones limitadas (de

100.000 a 200.000 habitantes como máximo)
[…] Cada urbanista alemán no dejará de sorprenderse,
al observar a sus colegas rusos trabajar en planificación
urbana […] muestra, en efecto, a los urbanistas
alemanes que su obra es, en un 90%, inútil,
improductiva.
[…] La gran obra creadora y organizadora del urbanista,
una vez liberada de las trabas de la propiedad, se
difunde en toda su dimensión social, técnica y artística.
MARTÍN WAGNER,
La reconstrucción de la arquitectura
en la URSS y otros escritos,
Berlín, 1929.

El capitalismo-imperialista comenzó
a producir sus mayores estragos
sociales en la ex Union Soviética y
en Europa del Este, donde contó con la
burocracia soviética como su brazo ejecutor.
Los cimientos fundamentales del
plan privatizador imperialista para la
incorporación de estas economías al
capitalismo –y de los planes de ajuste en
todo el mundo– fueron consecuencia
directa del avance de la contrarrevolución
mundial y no de los cambios tecnológicos.
En Rusia afectó absolutamente
todas las relaciones de propiedad.
No se encontrará en el desarrollo de
la historia ningún ejemplo parecido al
ruso, a todo lo ocurrido en el corto proceso
de restauración capitalista, privatizaciones
y formación de una clase propietaria,
desde el año 1991 a 1993. El
historiador y «reformador procapitalista
» ruso Roy Medvedev señala:

Las dos grandes vías para el rápido
enriquecimiento que precisaba esta
«reconversión social» fueron las operaciones
comerciales de exportación de
materias primas y la privatización, fraudulenta,
del patrimonio nacional
. 1
La contrarrevolución política y
social que terminó con el Estado obrero
necesitaría varios capítulos de análisis
para que pudiéramos extraer todas
las conclusiones sobre su significado en
la derrota del movimiento obrero mundial
y de los trabajadores rusos en particular.
No es ése el objetivo de este
artículo, pero sí lo es destacar la importancia
del «robo gigantesco» a los trabajadores
que significó la transformación
capitalista de Rusia.
Después de varios años de iniciado
este proceso contrarrevolucionario,
renombrados –y no tanto– «cientistas
sociales», protagonistas, invitados, participantes
en los sucesos de los años
ochenta y noventa del siglo XX, han creado
una inmensa bibliografía con sus
investigaciones, crónicas y artículos
publicados en relación a lo sucedido en
los años noventa en el primer Estado sin
burguesía nacido de una revolución
obrera. Medvedev resalta la importancia
de la privatización en ese país, a la
que califica como «la estafa gigantesca

que decretó el fin de la era soviética»:
Por sus objetivos, su escala y su
marco temoral no tiene precedentes en
la historia universal. Se propuso que en
el período de dos o tres años se vendieran,
subastaran o distribuyeran de alguna
manera entre los ciudadanos del país


De la Unión Soviética a Rusia

La revolución traicionada

El recuadro que antecede este árticulo expone algunas de las medidas –y las
consideraciones que se tomaron en cuenta–, decretadas por el gobierno
revolucionario soviético durante los primeros años de la instauración del Estado
Obrero. En contraposición, aquello que se priorizaba como necesidades sociales se
convierte en objeto de lucro en la Rusia capitalista de la actualidad.


la mayor parte de las empresas y bienes
de propiedad pública que se habían acumulado
en Rusia no sólo durante la era
soviética sino incluso desde que se inició
su industrialización en la década de
1870. Se esperaba que así surgiera una
nueva clase de empresarios y propietarios
y se completara la transición del
socialismo a una economía de mercado
de corte capitalista.
[…]
Chubais y Gaidar elaboraron juntos
un programa de privatizaciones,
cuyas líneas básicas fueron confirmadas
y avaladas legalmente por el decreto
presidencial que Yelsin firmó el 29
de diciembre de 1991. Este hecho
marcó el inicio de lo que se ha llamado
«la más grande transformación de
las relaciones de propiedad realizada
en la historia universal» (
Argumenty i
Fakty, 1997, nº 48, pág. 5). […]

El economista M. Gelvanovsky
escribió en 1993: «En Occidente no ha
habido ni precendentes, ni ejemplos, en
los que todas las propiedades de un
país pasaran, en el marco de un período
sumamente reducido, del Estado a
manos privadas… Rusia se encuentra
ante un acontecimiento de proporciones
realmente históricas: la privatización,
si se lleva a cabo de acuerdo con
la concepción de sus autores, significará
una redistribución instantánea de
las propiedades a una escala gigantesca,
sólo comparable a la revoluciónbolchevique de 1917, pero en la dirección
opuesta»
.2
Según Rafael Poch-de Feliu
[…] El «shock sin terapia» de Yeltsin,[…] su facinerosa trasferencia de

recursos y patrimonios nacionales a una
minoría propietaria, fue el gran abuso
de los noventa.

[…] En la Rusia de 1989 sólo el 2
por 100 vivía en la pobreza. Trece años
después era el 24 por 100. La desigualdad

[…] y el abandono de la asistencia
social creaban a principios del
siglo XXI serios problemas para una
posible recuperación, incluida una crisis
de despoblación que los políticos
comenzaban a tratar como problema
de «seguridad nacional».
3
Las décadas comprendidas entre los
años ochenta y noventa avanzaron con
la privatización en todo el planeta; el
afán privatizador no se detuvo en el
Estado soviético, éste no fue la excepción
sino su manifestación más grande
y espectacular. China, Europa, en particular
Europa del Este, también España
e Italia, tomaron de la misma medicina.
Argentina lideró el avance privatizador
de América latina: bajo la red de protección
del gobierno menemista se vendieron
al capital financiero internacional
hasta «la joyas de la abuela», como
se popularizó el plan privatizador de
todos los recursos y del patrimonio
nacional. No fueron menos importantes
los procesos privatizadores y colonizantes
en Venezuela o Ecuador.
El llamado «capitalismo neoliberal»,
el llamado «Consenso de Washington»,
las llamadas «recetas del FMI y del
Banco Mundial», la Organización Mundial
de Comercio, la transnacionalización
de las empresas fueron señalados
como los máximos responsables de las
catastróficas crisis económicas, sociales
y políticas de numerosos países que utilizaron
el recetario privatizador del capitalismo
monopolista y financiero omnipotente
en la realidad económica mundial
del siglo XXI.
La gran ola privatizadora no puede
ocultarnos las categorías marxistas que
distinguen el capitalismo de Estado
(donde el Estado burgués asume la gestión
de los medios de transporte y de
determinadas empresas), del estatismo
(significa la intervención del Estado
burgués sobre las bases de la propiedad
privada, para salvarla) y de lo que fue,
en palabras de Trotsky,
[…] la primera concentración de los

medios de producción en manos del
Estado conocida por la historia
, la [que]
realizó el proletariado por medio de la
revolución social, y no los capitalistas
por medio de los trusts estatizados
. […]
La revolución social, traicionada por
el partido gobernante, vive aún en las
relaciones de propiedad y en la conciencia
de los trabajadores
[…]4
Para Trotsky, en esta distinción radica
no sólo el carácter de clase de los
Estados sino también el carácter reaccionario
de las políticas de cualquier
gobierno burgués que intente crear una
economía dirigida, pues esta política
[…] no se inspira en la necesidad de

desarrollar las fuerzas productivas que
se rebelan contra ella. El estatismo frena
el desarrollo de la técnica, al sostener a
empresas no viables y al mantener capas
sociales parasitarias
[…]
La dependencia de clase del Estado
(fascista) determina los límites de
la nueva economía dirigida, y también
su contenido real; no se trata de
aumentar el poder del hombre sobre la
naturaleza en interés de la sociedad,
sino de explotar a la sociedad en interés
de una minoría.
5
León Trotsky mostraba lo absurdo
que eran los intentos de identificar el estatismo
capitalista con el sistema soviético,
uno montado en la defensa de la propiedad
privada capitalista, y el segundo, en
la expropiación de la clase capitalista.
Por esa razón aplicar a Rusia la receta
derivada del Consenso de Washington
–resaltaba Feliu– era como suministrar

una inyección de caballo a una
ballena, a un animal de otra especie y
otro medio»
. En el mismo sentido se
expresaba un agente económico del capitalismo
imperialista, Jeffrey Sachs:

Cuando iniciamos las reformas nos
sentíamos como médicos invitados al
lecho del enfermo, pero cuando colocamos
al enfermo en la mesa de operaciones
y lo abrimos, nos encontramos con
que su anatomía y sus órganos internos
eran completamente diferentes de los que
habíamos visto en nuestro hospital.
6
La clase obrera sufre cotidianamente
las consecuencias de esta contrarrevolución
económica: países enteros estallaron
después de la aplicación de los planes económicos
impuestos por el capitalismo
financiero, quedaron destruidas ramas
enteras de sus aparatos productivos y se
favoreció el saqueo de los recursos.
¿Cuántos trabajadores rusos, polacos,
checos han debido emigrar a otros países
para sobrevivir? ¿Cuántos ecuatorianos,
argentinos o centroamericanos debieron
también convertirse en refugiados económicos
para no engrosar las masas de
desocupados en sus naciones? Sin con-
tar a los miles de africanos que mueren
periódicamente durante las travesías clandestinas
escapando del hambre y la guerra
en su continente. Esta ofensiva no se
detiene si no es detenida y aplastada por
la acción revolucionaria de las masas.
La izquierda oportunista festejó el
final de la burocracia stalinista y se convirtió
en defensora de la democracia
imperialista; continuó aplaudiendo la
ocupación militar imperialista en Bosnia,
en la ex Yugoslavia, los bombardeos
a Serbia, y se convirtió en defensora
de la invasión imperialista en los Balcanes.
También liquidó y enterró al
marxismo como análisis científico y
político anulando la única sociología
científica, y fundamentalmente la herramienta
de análisis y política revolucionaria
para la clase obrera. Así fortalece
su complicidad con el capitalismo
imperialista: al criticar sus aspectos más
bárbaros pero a la vez apuntalando su
estrategia de clase, que se oculta tras
una cada día más descompuesta democracia
burguesa: la instauración de un

régimen que sólo defienda a la «gran
propiedad», bajo las tropas imperialistas
de ocupación
.

FLORENCIA SÁNCHEZ

Notas
1 La Rusia post soviética, Roy Medvedev, Paidós,
Barcelona, 2004.
2 Ídem.
3 La gran transición, Rafael Poch-de Feliu,
Crítica, Barcelona, 2003.
4 La Revolución traicionada, Qué es y a

dónde va la Unión Soviética, León Trotsky,
Crux.
5 Ídem.
6 La gran transición, ob, cit.


Moscú: la oligarquía financiera se apodera de la
ciudad. Recicla fábricas como viviendas de lujo


En la capital del ex Estado de los
trabajadores, la primera fábrica antigua
que será convertida en departamentos
tipo loft es un ícono de la
industria soviética y de la transición de
Rusia al capitalismo.
La fábrica de chocolates Krasny
Oktyabr, «Octubre Rojo», en honor a
la revolución de 1917, se ubica en una
isla en el Río Moscú, con vista a los
muros con torrecillas del Kremlin e
iglesias con domos dorados.

[…] Sin embargo, en esa ciudad de
rápido desarrollo y riqueza petrolera,
donde un metro cuadrado de espacio
residencial en el centro normalmente
se vende en más de 20 mil dólares, los
urbanistas y accionistas han decidido
que ya no tiene sentido que haya líneas
de ensamblado junto al Kremlin.

[…] Ahora, Krasny Oktyabr se ha
convertido en lo que, al parecer, todas
las compañías rusas quieren ser: un
desarrollador de bienes raíces.

[…] planea convertir a los departamentos
Krasny Oktyabr en el centro
de un proyecto de construcción de lujo.

[…] Krasnaya Rosa (Rosa Roja) es
una antigua fábrica de seda convertida
en oficinas de lujo.

[…] El letrero de la era soviética de
la fábrica […] permanecerá en lo alto
del edificio. También adorna las tarjetas
de presentación de los desarrolladores,
quienes cayeron en la cuenta de
que la historia de la fábrica es una
maravillosa herramienta de marketing.

Este artículo del The New York
Times, de mediados de 2008, contiene
una detallada descripción de la periodista
Anna Barnard sobre los negocios
inmobiliarios para esa franja social, la
nueva oligarquía financiera rusa, que
busca el lujo y con qué lucrar. Constituye
un nuevo ejemplo del parasitismo
que recorre el mundo y no se detiene
en ninguna frontera.
Podríamos referirnos también a las
importantes inversiones inmobiliarias
realizadas en la Berlín unificada, convertida
en la sede del gobierno de la
Alemania unificada y capitalista. Donde
se desarrollaron grandes proyectos para
obras de envergadura como la red de
transportes, los rascacielos para las
sedes de las corporaciones internacionales,
la hotelería y los servicios gastronómicos,
una infraestructura montada
para el usufructo de la burocracia
gubernamental, la clase financiera y el
turismo, porque los trabajadores alemanes,
antiguos residentes, se vieron
obligados a emigrar por la falta de fuentes
de trabajo.
No existe, y sólo es una utopía
pequeñoburguesa, la posibilidad de una
ciudad más democrática en el capitalismo.
La nueva clase obrera que surgió en
esta etapa histórica se incorporó al sistema
sin la posibilidad de organización
sindical o política. Las nuevas empresas
transnacionales que se instalaron, por
ejemplo en China, imponen condiciones
para la actividad de los sindicatos.
Por otro lado, los problemas urbanos
son cada vez más difíciles de solucionar,
por la fabulosa concentración
de población en gran cantidad de ciudades.
No hay avance tecnológico que
pueda resolver esos conflictos: estos

conglomerados de personas hacinadas
en que se han convertido algunas
ciudades en el mundo constituyen la
respuesta capitalista y el camino opuesto
al de una planificación científica y
racional del uso territorial.
Los proyectos de urbanizaciones del
gobierno chino, que por su magnitud no
tendrán comparación en la historia de la
humanidad, plantearán nuevos desafíos
e interrogantes, sobre todo por la envergadura
del emprendimiento. Pero también
certezas, porque es el capitalismo
financiero y monopolista el que somete
a su arbitrio las decisiones del proyecto.
No es un camino progresivo como fue la
urbanización rusa de los primeros años
de la revolución; es un camino reaccionario
que no establece las prioridades de
acuerdo a las necesidades de las grandes
masas sino a las necesidades políticas del
gobierno, en su objetivo de crear una
nueva clase propietaria, y a la lógica de
la ganancia de las grandes empresas que
ejecutarán las obras.
Aunque quizá hoy signifique una
mejoría coyuntural para una fracción
de las masas chinas, en el futuro las
reglas del sistema capitalista convertirán
a este plan –como a todo el proceso
de industrialización de China– en un
factor de su propia destrucción. Porque,
como afirmaron nuestros maestros en
el Manifiesto Comunista,

La condición esencial de la existencia
y de la dominación de la clase
burguesa es la acumulación de la
riqueza en manos de particulares, la
formación y el acrecentamiento del
capital. La condición de existencia del
capital es el trabajo asalariado. El trabajo
asalariado descansa exclusivamente
sobre la competencia de los obreros
entre sí. El progreso de la industria,
del que la burguesía, incapaz de oponérsele,
es agente involuntario, sustituye
el aislamiento de los obreros,
resultante de la competencia, por su
unión revolucionaria mediante la asociación.
Así, el desarrollo de la gran
industria socava bajo los pies de la burguesía
las bases sobre las que ésta produce
y se apropia lo producido. La burguesía
produce, ante todo, sus propios
sepultureros. Su hundimiento y la victoria
del proletariado son igualmente
inevitable
s.
La profunda polarización social no
hace sino provocar un aumento del odio
de clase y el advenimiento de un futuro
a mediano y corto plazo de mayores
enfrentamientos –y no al revés–, con una
tendencia a estallidos como los sucedidos
en países como Argentina o Ecuador,
a guerras civiles como las del continente
africano, o situaciones de guerra
permanente como las de Medio Oriente:
en Palestina, Afganistán e Irak.
La ciudad en todo el mundo se va
amoldando a las necesidades del gran
capital, y sólo una revolución socialista
internacional podrá cambiar estas
relaciones de propiedad para dar paso
a las necesidades de calidad de vida de
la humanidad.